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Pecados capitalesMayte Alcaraz

Almodóvar Visa Oro

Mientras llegan estas últimas recomendaciones para obtener el doctorado en Comunicación al estilo del que atesora el líder socialista, el multimillonario líder obrero de La Mancha también se permite amenazarnos para que no votemos incorrectamente

Éramos pocos y parió el abuelo cebolleta, Almodóvar. Después de que los periodistas hayamos tenido que recibir lecciones impartidas por los acreditados catedráticos en comunicación Pablo Iglesias y Pedro Sánchez, ahora llega la izquierda Visa Oro a ilustrarnos sobre la mala praxis de los profesionales que han osado preguntarle al presidente del Gobierno, en sus últimos estertores, por sus trolas. Es comprensible que al director de Kika, una película que, por cierto, está basada en la feminista escena de una violación tomada a chufla de la que no han dicho nada aún las chicas de la tarta, le moleste que a los progresistas como él y Sánchez se les interrogue por sus mentiras, porque la piel que habita Almodóvar tiene ya trienios en embustes: mintió a carrillos llenos cuando no declaró que junto a su hermano fue apoderado de una sociedad registrada en un lugar tan proletario como el paraíso fiscal de las Islas Vírgenes, gestionada por un despacho tan definitivamente defensor de los derechos de los parados como la firma Mossack Fonseca, epicentro de los llamados «Papeles de Panamá».

Pedro Almodóvar está indignado porque Alsina fue feroz en sus preguntas al otro Pedro. Esperamos que en la siguiente clase nos oriente sobre cómo debemos enmendar esa vocación tan poco servil con el Gobierno de preguntar lo que nos venga en gana a su presidente. ¿Querrá Pedro que masajeemos a Sánchez por su etérea y sacrificada vida montado en el Falcon mientras nos recomienda que no contaminemos con nuestros utilitarios? ¿Insta el cineasta manchego a que eludamos interrogar a Sánchez sobre esa minucia engordada por la caverna de que se ha cargado el delito de sedición, rebajado el de malversación, indultado a delincuentes que dieron un golpe de Estado en 2017 y aliviado las penas de 1.155 pederastas y violadores? ¿Tendrían Alsina, Motos y Ana Rosa que haber sacado la trompetería para homenajear a Su Sanchidad por sus pactos con los herederos de ETA, su ninguneo a las víctimas y su demolición institucional de España?

Mientras llegan estas últimas recomendaciones para obtener el doctorado en Comunicación al estilo del que atesora el líder socialista, el multimillonario líder obrero de La Mancha también se permite amenazarnos para que no votemos incorrectamente. «Si la ultraderecha entra en las instituciones, esto se va al garete. En 1933 Hitler llegó al poder utilizando las instituciones democráticas», es la advertencia almodovariana mientras acumula ceros a la derecha en su cuenta gracias a que muchos de esos votantes a los que insulta todavía ven sus películas, por cierto, en un deterioro progresivo fruto de su subsconsciente. No voy a negar los méritos que le han llevado a atesorar dos Óscar de Hollywood, concedidos por la frescura que ofrecían sus primeras películas. Pero, pese a que sus amiguitos de la prensa «cuqui» saludan alborozados cada una de sus nuevas cintas como si fuera una obra maestra, ha perdido toda conexión con la sociedad española, demonizando en cada nueva entrega a la familia y las tradiciones de nuestro país.

Ese universo atormentado lo traslada en cada una de sus oportunistas declaraciones públicas, donde por sistema insulta a su país, da una pésima imagen de España, ofrece un espejo distorsionado por su fundido a rojo de la nación donde nació, mostrando una ingratitud palmaria, sin tener en cuenta lo bien que se han portado sus compatriotas con él, muchas veces inmerecidamente. Me temo que como hace ya años que no coloca en las pantallas una obra rotunda (todo se agota menos el sectarismo) cada vez va a dedicar más su tiempo libre a instruirnos sobre lo malos que somos porque no aplaudimos al Gobierno progre y sus leyes aberrantes. Y si hay cambio en Moncloa, la turra va a ser insoportable.

El día que acuda a los hospitales públicos a curar su adolescencia -perdón, sus dolencias- y no a los centros privados; el día que done su peculio a la sanidad española para modernizar su tecnología contra el cáncer en lugar de manifestarse con una pancarta contra los que lo hacen; y el día que respete a los españoles que no comparten su ideología, me tomaré en serio sus clases de periodismo. O no.