En campaña
A los españoles Sánchez nos sigue considerando tontos de baba. Insólitamente habrá quien le crea. Algo de tontos sí debemos tener
He dedicado horas de esta semana a escuchar a candidatos a presidir el Gobierno; a dos de ellos, Feijóo y Abascal, en directo, y a Sánchez y Díaz en entrevistas televisivas. A Sánchez le seguí por aquello de resultar sintomático y raro su desbordamiento en medios que antes ignoraba. El presidente no puede pisar la calle sin ser abucheado y ha buscado una solución sin riesgos: acudir a los platós y montarse un plató propio en Ferraz rodeado de los de casa. Le programan los mítines en espacios cerrados y cuando se cuela algún extraño es expulsado a la tremenda. Como en Dos Hermanas en donde se cambió a última hora el lugar del mitin por temerse un pinchazo en la asistencia
Las entrevistas de Sánchez han resultado normales en él; nada nuevo. Miente porque no sabe ser de otra manera. Muestra la mansedumbre y la bondad de quien habla desde un púlpito y repite que es un político limpio –no creo que nadie ponga en duda su aseo personal–, y el presidente de Gobierno que aprobaba todo se presenta como el hombre al que sus ministros le han metido más goles que al portero de un mal equipo vecinal. No es culpable de nada y España va muy bien. Ni siquiera pactó nunca con Bildu. Conseguirá pleno empleo, mientras estamos a la cola de la UE y las cifras que da como magníficas suponen que decrecemos menos, no que crezcamos. A los españoles nos sigue considerando tontos de baba. Insólitamente habrá quien le crea. Algo de tontos sí debemos tener.
Yolanda, la chulísima, ha asumido el papel de testaferro –lo siento, testaferra no existe– de Sánchez. Sus soflamas son reiterativas y a menudo ininteligibles, como le es habitual. Un día escribí que me caía bien, pero era otro personaje. Dice que no vetó a Irene Montero en Sumar y que construirá millones de viviendas, además de esos 20.000 euros para cada español de 18 años que no hay Presupuesto que resista. Mientras, 400.000 hogares más que al inicio de la legislatura no pueden acabar el mes. Miente casi tanto como su mentor. Su programa contempla sancionar o expulsar de la profesión a los periodistas que desinformen o manipulen, decidiéndolo ella, claro; la propuesta duró 12 horas y la retiró. Pero ya Santos Cerdán, secretario de Organización del PSOE, anunció algo así a principios de año. A RTVE, líder en manipulación, no le afectaría la norma. Yolanda está anclada en Stalin o en Maduro. Pasó de morena de vaqueros a rubia de alta costura pero sus tics comunistas no han cambiado.
Asistí al desayuno de El Debate con Santiago Abascal. Le conozco desde hace años y es una gran persona, un político de verdades; con valor reconocido como se decía en el Ejército de mis tiempos jóvenes. Me sorprendió que la columna vertebral de su intervención fuese el PP y Feijóo. Vox no es de ultraderecha pero los ataques al PP le deslizan a donde no está. Reiteró que los españoles deberían centrarse en sacar a Sánchez de Moncloa. Seamos consecuentes. Favoreciendo a la izquierda en aquellas comunidades en las que no consiguen un sillón, no se apoya ese objetivo. Los pactos han de ser ajustados a la representación recibida en las urnas. Pienso que eso es lo normal. Sobre todo por las repercusiones que podría tener lo contrario en las elecciones de dentro de unas semanas.
A Feijóo le seguí en un acto organizado por La Razón. Presentó propuestas de su programa de gobierno y reiteró la hora decisiva que vive España. No citó a Vox salvo cuando los periodistas le preguntaron. Insistió en su deseo de recibir apoyos suficientes para gobernar en solitario. ¿Qué candidato no lo desea lo diga o lo oculte? Si unas opciones suben y otras bajan en intención de voto es por la opinión de los españoles en encuestas que no son sino fotografías de un determinado momento. Estuvo serio y creíble.
PD.- Ya han aparecido los pertinaces de «la ceja». Unos 180 cultos oficiales han firmado un manifiesto denunciando «la ofensiva conservadora con derivaciones ultraderechistas». Entre los firmantes de la cultura aparecen Unai Sordo, de CCOO, y José Álvarez, de UGT. Una sorpresa. Habría que preguntarles qué libros figuran en sus bibliotecas. Incluso si tienen bibliotecas. El «mundo de la cultura» zurda se ha estirado demasiado.