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Perro come perroAntonio R. Naranjo

Txapote votaría a Sánchez

Lo que nos faltaba ahora es tener que disculparnos con un presidente que le cae bien a ETA y no puede ir a un homenaje a Miguel Ángel Blanco sin escuchar protestas

Si a Txapote le tocara decidir con su voto un desempate entre Sánchez y Feijóo, elegiría al primero. Ni el propio Sánchez ni todos sus ofendiditos fijos discontinuos tendrían capacidad para desmentirlo, por mucho que su fuerza para sostener bulos y negar verdades sea tan legendaria como el currículo criminal del citado etarra, hoy más cerca que nunca de salir a la calle por cortesía del Gobierno.

Porque Sánchez, entre otras muchas tropelías deudoras del chantaje de Otegi aceptado de buen gusto, lleva tres años perfilando el indulto global a ETA de varias maneras: primero dio las llaves de las cárceles vascas al PNV; después trasladó allí a los asesinos, con la resistencia de los expertos de sus centros penitenciarios de origen y, por último, miró para otro lado cuando al llegar «a casa» se aceleraban milagrosamente los regímenes de semilibertad.

Pero hubo y hay más. No ha movido un dedo por evitar las decenas de homenajes públicos que los mejores matarifes de ETA recibían al volver a su pueblo, convertidos en héroes por otros sinvergüenzas como ellos, con algo menos de valor para apretar el gatillo.

No ha dudado, tampoco, en aceptar el relato de Otegi en la redacción de la Ley de Memoria Democrática, que consagra una especie de empate entre verdugos y víctimas y le permite a Bildu blanquear su pasado, su presente y su futuro.

Y ni siquiera se ha resistido a gobernar en Navarra, donde el PSOE no gana, a cambio de sumergir al viejo Reino de Sancho el Fuerte, decisivo en pararle los pies a los moros en las Navas de Tolosa, en una charca abertzale que ni en sus peores tiempos hubiera soñado ETA.

Todo eso significa «Que te vote Txapote», y lo triste del lema es tener a un presidente que se lo merece y no puede acudir, sin temer escucharlo, a un homenaje a Ermua.

El problema no es el cántico, que unos dicen con precisión y otros con ligereza, sino que nadie tenga ninguna duda de a quién va dirigido y por qué. Y que tampoco exista la más mínima incertidumbre de que Sánchez volverá al mismo escenario del crimen político, su alianza con la marca blanca de Batasuna, si los astros electorales le sonríen el 23-J.

De la amoralidad del líder socialista da cuenta, siempre, que todo aquello que más debería avergonzarle, obligarle a dar explicaciones y comprometerle a rectificación; lo intenta convertir en vano en ofensas de terceros merecedoras de disculpas a Su Persona.

Lo hace con Txapote, con el Falcon, con Marruecos, con Bildu, con Otegi, con su esposa, con sus caprichos, andanzas, derroches y enchufes; con su escandalosa trayectoria política, en la que lo único coherente ha sido su empadronamiento en la fechoría desde el primero al último de los días.

Ahora se cumplen 26 años del asesinato de Miguel Ángel Blanco, y lo último que nos faltaba es tener que pedirle perdón a Su Sanchidad, y a la panda de fatuos que lo pelotean, por preguntarnos qué demonios ha pasado en España para que les vaya peor a los que ponían la nuca que a los que se la reventaban. Que te vote Txapote, Sánchez.