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Ojo avizorJuan Van-Halen

Comunismo chulísimo

Ella a cuidar su look, a estrenar cada día un vestido, y a ser asidua a la peluquería. De los que no llegan a fin de mes ya se acordará después

La muerte de Milan Kundera, una de mis sostenidas admiraciones literarias, casi coincidió con el debate a siete en RTVE. Me acompañé de La insoportable levedad del ser para hacer llevadero un debate lógicamente farragoso por tan amplio. Me sorprendió que en la presentación y después se reiterase que acudían los portavoces parlamentarios de los partidos, y fue así salvo en el caso de Sumar, coalición que no ha tenido representación en el Congreso y por tanto no contó con portavoz. Aina Vidal pertenecía la legislatura pasada a Podemos y tampoco fue su portavoz. Una bondad de la televisión pública a Yolanda Díaz que supongo aprobarían –no sé por qué– los demás participantes.

Kundera retrata en varias novelas, ya desde la primera, La broma, a la sociedad comunista que le tocó padecer en su país hasta que se exilió a Francia. En Checoslovaquia prohibieron sus obras, fue acusado de actividades peligrosas para el partido y privado de la nacionalidad y del empleo. Tuvo que dedicarse a trabajos menores siempre unidos a la música, una de sus vocaciones. El protagonista de su más conocida novela, Tomás, pasa de médico reconocido a limpiador de ventanas. En sus obras hay mucho de lo que vivió y de lo que vio.

El comunismo no ha cambiado aunque haya tratado de disfrazar su relato. Ahora, inútiles sus viejos dogmas, se inventa nuevos, y se acuerda de los pobres, del clima, de la igualdad, de la sanidad, de la educación, de los animales… cuando el sistema que ha generado más desigualdades, más pobreza, más atentados contra el clima, una sanidad de pánico y una educación ideologizada al máximo ha sido el comunismo. Basta con seguir los datos de las naciones que todavía se identifican con ese letal y ya superado sistema.

Kundera retrata la situación del ciudadano en el sistema que él padeció en su país, la persecución de las personas corrientes que no suponen un peligro, la vigilancia a la que se somete a quienes consideran adversarios políticos por los más nimios motivos o sin ellos, el obligatorio asentimiento a todo cuanto dicta el partido… El escritor nos muestra un férreo sistema que no perdona. Como nos lo mostraron Pasternak, Mandelstam, Bukovski, Bulgákov, Solzhenitsyn y tantos otros. Se creó el samizdat, método de publicación clandestina tratando de burlar el sistema comunista en el que hasta las máquinas de escribir personales tenían que ser registradas ante el Estado.

En el comunismo todo lo que no está prohibido es obligatorio. En España han confundido el BOE con una revistilla de partido y de ello hemos tenido numerosas pruebas en estos últimos años. Leyes aprobadas en el Consejo de Ministros pese a haber sido consideradas infumables por los órganos consultivos, que luego repudiaban ministros del Gobierno, mientras Sánchez se sorprendía como si hubiese pasado por allí de casualidad. Así es el personaje.

Ahora Yolanda Díaz, candidata inventada por Sánchez que conserva su carné del PCE, amenaza con echar del oficio a los periodistas molestos –ay, Kundera– y promete dádivas a tutiplén acá y allá; debe coincidir con Carmen Calvo en que el dinero público no es de nadie. Ofrece trabajar menos –32 horas– y cobrar más. Está fuera de la realidad. Su última promesa es conceder 20.000 euros a los jóvenes para que puedan emprender o formarse. No lo soportaría ninguna economía. Yolanda tampoco sabe de Economía y lee poco, o eso parece cuando la escuchamos, porque se lía.

Leo a José Ramón Riera en El Debate y la deuda consolidada de España alcanza 1,6 billones de euros y cuando la renegociemos los tipos de interés serán cada vez más altos; ya no está el BCE detrás y hay que acudir a los mercados. La deuda se incrementará este año en 74.591 millones. A 30 de junio la Administración General del Estado ya ha emitido deuda por valor de 66.600 millones. Este año tendremos que pagar 2.779 millones de intereses por toda la deuda nueva. Pero estas cifras no le dicen nada a Yolanda, la comunista chulísima, y no para de hacer promesas estrambóticas. Ella a cuidar su look, a estrenar cada día un vestido, y a ser asidua a la peluquería. De los que no llegan a fin de mes ya se acordará después. O no. Le auguro un sofocón en la noche del 23.