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Cosas que pasanAlfonso Ussía

No nos ames tanto

Alba Flores debe a los contribuyentes españoles en el momento en que escribo 940.000 euros, y según tengo intuido, no está dispuesta a devolverlos

Me siento en la obligación de solicitar mis excusas a la señora o señorita Alba Flores. Cuando supe de ella viendo su aspecto y las tonterías que decía en la cosa del orgullo gay o LGTBIQ, ignoraba su procedencia y árbol genealógico. Me pareció una Lilith Verstrynge igual de sosa pero más pintada. Después, tras hondas y certeras indagaciones, he averiguado sus raíces familiares. Es nieta de Lola Flores y el 'Pescaílla', hija de Antonio Flores, sobrina de Lolita y Rosario, y por ende, sobrina política de Guillermo Furiase. Hasta aquí, el fruto de mis pesquisas.

Su abuela, Lola Flores, fue una artista arrebatadora, una figura indiscutible, y además, natural y simpática. Los gustos hay que respetarlos, y lo cierto es que a mí, personalmente, me interesaba más su faceta humana que la artística. Y su abuelo paterno, Antonio González 'El Pescaílla', un formidable guitarrista. Los hijos me interesaron menos, y la nieta, nada. Tan nada que no sabía que compartía conmigo la vida sobre este conflictivo planeta. De lo que puedo estar seguro es de la altísima cotización que se ganó y disfrutó su abuela, que trabajó hasta el final de sus días como cabeza de una familia unida y peculiar.

La señora o señorita –sí, soy muy antiguo– Alba Flores se me antojó muy poquita cosa. Escaso arrebato y menos gracia que su padre, sus tías y sus abuelos. Y estéticamente, por su manera de vestir, confusa. Intelectualmente, muy vulnerable, siempre a mi modo de ver y sin ánimo de influir en otras sensibilidades. Me extrañó su protagonismo en esa programación del mal gusto, que también es opinión personal expresada sin ánimo de delinquir. Finalmente, he comprendido el pago de la hipoteca a cambio de su presencia.

Hace películas. Y con poco éxito. Es posible que alcancen tan alto nivel artístico e intelectual que el público cinéfilo carezca de la suficiente capacidad para valorarlas adecuadamente. Ofrezco un dato desconsolador. Mientras Santiago Segura, que produce sus películas con su dinero, ha recaudado en pocas semanas algo más de 1.500.000 euros voluntariamente ingresados en taquilla, la película de Alba Flores Te estoy amando locamente apenas ha recaudado 60.000 euros. Pero el problema no está en la modesta y humilde recaudación, sino en la subvención de 1.000.000 que ha cobrado procedente del generoso Ministerio de Cultura. Es decir, que Alba Flores debe a los contribuyentes españoles en el momento en que escribo, 940.000 euros, y según tengo intuido, no está dispuesta a devolverlos. Ahora entiendo mejor su innecesaria y floja intervención en lo del orgullo LGTBIQ. Y comprendo a la perfección que nos esté amando locamente a todos los que somos asaltados a mano armada por la Agencia Tributaria y hemos colaborado, sin previa consulta, en la producción de su incomprendida pieza cinematográfica. Porque el púbico no siempre tiene la razón de su parte. Si una escritora no excesivamente leída fuera del entorno de su periódico oficial del sanchismo, ha merecido desmerecidamente que bauticen con su nombre a la principal estación de ferrocarriles de Madrid, lo justo y lógico es que, a Alba Flores le asignen su nombre, como mínimo, a una parada de autobuses de la EMT, reto que lanzo el señor Alcalde de la Villa y Corte con la prudencia y el respeto que me caracterizan.

Entiendo que nos ame locamente. Y entiendo más aún a los que no corresponden, ni desde la locura o la cordura, a tan apasionado amor. Porque a día de hoy Alba Flores nos debe a los españoles 940.000 euros, que no es cuesco de colibrí ni suspiro de musaraña.

Stop.