Pija y quinqui
Que Sánchez quiera utilizar a los jóvenes es una cosa: pero que se dejen porque es divertido da un poco de pena
Ha causado un notable revuelo entre la muchachada seguidora del podcast La pija y la quinqui un tuit de servidor que, por su interés público y respeto a la verdad histórica, paso a reproducir en su integridad:
«O sea, que Sánchez no se deja entrevistar por El Debate, la Cope, El Mundo o ABC pero sí por dos adolescentes sin ninguna gracia que se creen modernos por hacerse llamar 'La pija y la quinqui'. Poco nos pasa».
Los autores del podcast se lo han tomado algo a cachondeo, con ese tipo de displicencia característica de la edad, que lo solventa todo apelando a un lenguaje inalcanzable para los viejos pero muy gracioso para los que sí están en su onda, sorprendentemente resistentes a la supuesta «fuga de cerebros» juveniles que al parecer afecta a España: o no pertenecen al grupo o, perteneciendo a él, no han necesitado exiliarse para vivir de su talento.
«pues ya me jodería jajajjsjsjaja adelantao por la izquierda vroom vroom», ha dicho la parte femenina del podcast en respuesta al mensaje en cuestión. «no he leído el tuit entero pero he llegado a lo de adolescentes así q supongo q es un halago efectivamente nos conservamos genial», ha añadido la masculina, con idéntica aversión que su media naranja sonora a las mayúsculas, los signos de puntuación y la gramática en general, que ya sabemos es ahora cosa de ancianos o fascistas.
Nada que objetar, o sí pero es irrelevante, al éxito y la pretendida gracia del dúo, aunque si ésta es el agua que bendicen las audiencias joveznas me temo que tendremos un problema serio en el futuro, cuando las relaciones entre el poder y la sociedad sean cada vez más asfixiantes en beneficio del primero y en perjuicio de la segunda.
Llegado ese momento, y enterrados ya todos en el cementerio de elefantes obsoletos, la réplica recaerá en la variopinta camada de influencers, youtubers, tiktokers y demás triunfantes iconos de un universo paralelo al convencional de la comunicación donde, cuando se tiene delante a un presidente, se le pregunta quién ganaría una pelea entre el Papa y Taylor Swift.
El problema no son La pija y la quinqui, que me hacen la misma gracia y me parecen igual de ingeniosos que a ellos les parecerán ellos mismos cuando tengan mi edad; sino la explotación que sufren sin darse cuenta de tipos como Pedro Sánchez, cuya opinión sobre la pareja, y la juventud en general, es bastante peor que la mía: uno se acuerda de sí mismo cuando era tonto y defiende el derecho a divertirse siéndolo. Y no digamos si además es rentable, en cuyo caso me quito el sombrero.
Pero Sánchez no acude a su invitación a conocer a los jóvenes, sino a engañarlos simulando una falsa modernidad de amiguete enrollado que sustituye las explicaciones que les debe, pero no le piden, por una complicidad bobalicona con sus códigos.
Y lo hace para cubrir el expediente de rendición de cuentas públicas que, en una democracia solvente, un presidente en ejercicio y candidato a volver a serlo debería atender sin excepción si quiere estar a la altura del cargo.
Cuando en la misma semana en que a Sánchez le abre expediente la Junta Electoral por utilizar espuriamente sus prebendas presidenciales para hacer campaña electoral y se constata que, a seis días de votar, puede haber hasta un millón de ciudadanos con problemas para ejercer ese derecho, irse con los pijos o los quinquis es, sobre todo, una manera de escurrir el bulto.
Y aunque lo suyo no sea el periodismo y se dediquen, con todo el derecho, a lograr el máximo rendimiento con el mínimo esfuerzo, tampoco hubiera pasado nada por escucharle a la generación más preparada de la historia una preguntita al invitado sobre el paro juvenil más alto de Europa o la deuda que se van a chupar los chavales por reírse mucho cuando tocaba llorar. Pero, qué sabré yo, éstas son cosas de antiguos.