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Perro come perroAntonio R. Naranjo

Los negocios de Zapatero

¿Y si defender tanto el sanchismo es una manera de proteger su peculiar agenda comercial internacional de extraño asesor de lo peor?

Aunque Sánchez parece estar librando una campaña electoral para intentar seguir en la Presidencia del Gobierno, y transformar en endémico el sanchismo, en realidad está peleando para sucederse a sí mismo y mantener un cierto control del PSOE y la jefatura de la oposición hasta que su sol vuelva a salir por alguna Antequera internacional.

Por mucho que exista una posibilidad de repetir en el cargo, tan remota como el universo infinito de Zapatero y fruto en exclusiva de su entrega definitiva a todo el separatismo y todo el populismo juntos, a lo que Sánchez juega es a permanecer y esquivar su metamorfosis de Antonio a Antoñito el Camborio, ajusticiado por las navajas relucientes de Felipe, Guerra, Susana Díaz, Page o Lambán.

La defensa numantina del sanchismo ha encontrado un aliado no del todo esperado en Zapatero, transformado repentinamente en la estrella del decadente festival de rock que es el PSOE: ha pasado de programar, en su día, a The Rolling Stones, a conformarse con el play back de un imitador de Florence Foster Jenkins, a quien se adjudica el dudoso título de peor cantante de la historia.

Ella perdió la movilidad de un brazo al contraer la sífilis y a los cuarenta años saltó de tocar el piano a dar recitales de ópera, con tanto éxito y tan horrible capacidad como Zapatero: llenaba teatros y auditorios, sí, pero iban allí a reírse.

Habrá quien vea en la resurrección pública del expresidente leonés un acto de pundonor y defensa de sus colores que le llevan a ser más sanchista que Sánchez, junto a ese tipo de vanidad que, según Balzac, solo exhiben quienes carecen de virtud alternativa.

Pero la explicación es otra: el PSOE, y todos los partidos, es también un negocio, una empresa que da de comer y muy bien a las élites que han transformado la primera herramienta de la democracia en una burda Sociedad Limitada al servicio de un presidente omnímodo y de su corte lacaya.

A qué le tendrá miedo Zapatero para que considere, probablemente, que salvar a Sánchez es la única manera de salvarse a sí mismo y a su aparatosa agenda comercial de contactos internacionales, siempre en las sentinas ideológicas más siniestras.

Y qué temerá Sánchez, viendo su futuro proyectado en el de su hermano mayor, para que acepte una tutela indigna que arruina su imagen y la del PSOE: si ya es difícil digerirles por separado, juntos proyectan las dos peores etapas de la España constitucional, la del paro, la deuda, la trampa, la mentira y el blanqueamiento forzoso de todas las mafias indispensables para mantenerse en el trono.

Ahora que Zapatero diserta sobre el universo infinito, como si fuera una parodia del milenarista Fernando Arrabal y del replicante de Blade Runner pasados por una sobremesa de orujo, cabe preguntarse por sus negocios en la tierra, entre latitudes caribeñas y ese Grupo de Puebla que tanto mima también a Yolanda Díaz.

Que tampoco nos ha explicado del todo cómo financia su campaña: dice haber recaudado tres millones de euros de 2.600 personas, lo que arroja una contribución media de cada uno de ellos de 1.230 euros, más de lo que cuestan unas vacaciones para una familia con cinco miembros.

Ahí dejo las dudas planteadas sobre tres personajes en busca de autor. Y los que parecen haberse ofrecido voluntarios, en todos los casos, no resultan sugerentes, salvo a efectos de hacer caja.