Sánchez, ahora en plan zen, pierde su último tren
La velada, que en cierto modo era un duelo de necesitados, resultó más rutinaria de lo previsto, sin sorpresas, y no moverá el voto
Era en cierto modo un debate de necesitados, porque el sol de la demoscopia no brillaba en la puerta de ninguno de los tres contendientes, y resultó más tranquilo y sin sorpresas de lo previsto, aunque no faltó alguna refriega amena entre Díaz, la más pasada de vueltas de la velada, y Abascal, tal vez el ganador de la noche. La contienda, aburrida en su primera hora, no va a provocar mayores cambios sobre las intenciones de voto, ni para los presentes, ni para el ausente/presente (Feijóo). Sánchez, que frente a la pólvora del cara a cara esta vez lucía profesoral y de bajón, pierde su último tren.
Una encuesta suelta tiene escaso valor. Es un mero dedo al viento. Pero cuando todos los sondeos marcan lo mismo, excepto los del CIS-Ferraz, conviene considerarlos, pues apuntan tendencias ciertas.
Esta semana ya no se pueden publicar encuestas, debido a una norma que se ha quedado obsoleta en la era digital. El último estudio de Target Point para El Debate arrojaba un pronóstico similar al de los institutos más prestigiosos. El PP ganaba con 152 escaños; Sánchez obtenía 110; Vox, 33, y Yolanda Díaz, 30. La suma de PP y Vox lograba una cómoda mayoría absoluta, de entre 181 y 185 escaños.
¿Qué quieren decir esos datos? Lo mollar es que el sanchismo tendrá que hacer las maletas. Y eso sin duda seguirá igual tras el debate a tres.
Si bajamos al detalle de cada partido, el PP protagoniza el gran estirón, pues suma 63 diputados más que en noviembre de 2019. La razón es doble: ha engullido a Ciudadanos entero y Feijóo tiene mucho más tirón electoral que Casado; sus cuatro mayorías absolutas consecutivas en Galicia no fueron de chiripa.
PSOE, Vox y Sumar llegan a las urnas sufriendo. Y lo saben, que diría el Julio Iglesias de los memes. El PSOE se dejaría diez escaños respecto a las últimas generales. Vox perdería 19 y Sumar, que no ha acabado de arrancar, 5 menos de lo que obtuvieron Podemos y sus satélites. En esa situación, el debate de este miércoles interesaba sobre todo a esos tres partidos y muy poco al PP, pues yendo en cabeza tenía mucho que perder y poco que rascar.
Como ciudadano me habría agradado que Feijóo hubiese aceptado debatir con Sánchez, Abascal y Díaz. Cuantas más explicaciones nos den aquellos que piden nuestra confianza, mejor. Pero el PP sacó la calculadora y se dio de baja por pura estrategia electoralista.
El debate discurrió soso en su primera hora, con los tres candidatos flojos en el frente económico. Yolanda Díaz y Sánchez escenificaron que son ya uno, con una complicidad total. Mi apuesta de barra de bar es que cuando el PSOE se comience a agrietar tras la derrota de este domingo será suplido por un nuevo frente de izquierda, capitaneado por Yolanda y Zapatero, el flamante pensador del infinito.
Díaz fue la más fogosa, puro nervio roji-rosa, disparando con vehemencia sus tópicos del populismo neocomunista. Sánchez, tras su bronca sobreactuación en el cara a cara, adoptó esta vez un tono santurrón y estuvo desdibujado, como si sus asesores le hubiesen dado una litrona de tila. Abascal arrancó con baja pegada, cuando es su punto fuerte. Poco aportó en la economía, pero sí estuvo en su sitio cuando llegó la batalla cultural, con interesantes alegatos contra la ideología de género y oportunos recordatorios de los daños de la ley del 'solo sí es sí', ejemplo de la hipocresía de la izquierda en el tema feminista: «Ustedes han soltado a 117 monstruos».
Feijóo, aunque era el elefante en la habitación, apenas fue invocado durante la primera hora. Sí en la segunda. A las 23.19 horas, Yolanda sacó a relucir las fotos de Feijóo y Dorado de hace 30 años, y preguntó a Abascal si está dispuesto a gobernar con él a la vista de tan novedoso material. El líder de Vox, caballeroso con Feijóo, le afeó que se atizase con ese recurso a un ausente y le reprochó con reflejos que a él lo que le dan vergüenza son las fotos de ella con Hugo Chávez.
Fue un debate en el que se habló muy de refilón sobre los auténticos problemas de España. Al igual que en el cara a cara, no hubo ni una palabra para el gran tema del tiempo presente y motor de la economía actual: la revolución tecnológica y la IA. Estamos en un siglo XXI plenamente digital y tenemos políticos analógicos, del siglo XX, que dedicaron más tiempo a discusiones bizantinas sobre qué es una mujer que a debatir sobre cómo enganchar a España a un futuro que es ya el puro presente.
Se vio a tres políticos fatigados, que llevan un tute enorme encima y a los que les faltó frescura (Yolanda es un milagro que esté viva, pues en un vídeo promocional ha asegurado que solo duerme dos horas al día, lo cual de ser cierto la tendría ya descansando en algún camposanto de Fene). Probablemente el debate lo ganó Abascal, pues estuvo sereno y claro en la exposición de sus convicciones. Además, contó con la ventaja de que daba voz a quienes no soportan el sanchismo (es decir: la mitad de la sociedad española, o más). Yolanda, con su teatrillo enérgico, puede haber recuperado algún voto despistado. Sánchez, un tanto pasivo y doctoral, es el gran derrotado de la noche, porque dilapidó su último cartucho. El otro día se pasó de revoluciones y está vez de rollito eco-zen.
Feijóo lo habrá pasado bien ante la tele, porque sale ileso de un debate que ha resultado ser la montaña que parió un ratón. Todo sigue igual. Es decir, ahora mismo Sánchez está más fuera que dentro de la Moncloa, que es lo medular.