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Ojo avizorJuan Van-Halen

Reflexión y cierre

El debate menos seguido en muchos años no habrá movido prácticamente votos. El teatrillo montado por la Radiotelevisión que pagamos todos era demasiado burdo

Durante algunos años –ay, tan lejanos– dirigí en TVE el espacio diario que finalizaba las emisiones, justo antes del cierre. Eran reflexiones literarias escritas para ese fin por las plumas más leídas del momento: «El alma se serena», que recordaba la célebre oda de Fray Luis a Francisco Salinas. En 1968 mi amigo Juan José Alonso Millán, por hacerme una gracia, utilizó el título para una obra de teatro que en 1970 llevó al cine José Luis Sáenz de Heredia. Aquel espacio literario se seguía bastante supongo que porque TVE era la única televisión. Recuerdo aquella experiencia porque hoy vivimos la víspera electoral. Reflexión y cierre tras una campaña sucia, aderezada de falsedades e insultos, y ante la amenaza de la pérdida de votos por correo que parece ya menos grave gracias al encomiable trabajo de sus funcionarios frente al cálculo de Sánchez y de su amigo el presidente de Correos.

Que Sánchez acuse de mentir a los demás cuando, si existiese, habría ganado en estos años el Nobel de la mentira, no extraña ya a nadie. Luego le desmiente hasta la UE como en el caso del peaje en las autovías. Seguí el último debate a tres –la veteranía me hace caer en un cierto masoquismo– y quedó claro que había dos personajes, Sánchez y Díaz, que no eran culpables de nada y no precisaban arrepentimiento alguno aunque aún hoy sigan siendo presidente y vicepresidenta del Gobierno que ha generado nuestra tétrica realidad actual. Parecían la oposición, la alternativa, y no los responsables. Díaz, Yoli la chulísima, se permitió preguntarle a Abascal cuántos agricultores había en España, cuando ella en su ámbito es incapaz de dar la cifra de trabajadores fijos discontinuos inactivos, un modo de maquillar el paro; más de 500.000 según estimaciones fiables.

Me sorprendió, o no tanto, el compadreo. Sánchez llamaba a Yoli por su nombre o vicepresidenta y ella a Sánchez Pedro. Pero se mostraban como si no hubiesen compartido el Consejo de Ministros, como si no hubieran decidido juntos las mayores barbaridades que ha padecido el país en los últimos decenios. Fortes, el moderador, uno de los suyos, el que tras una entrevista dijo a Sánchez «ha quedado muy bien ¿no?», parecía tener la misión de recordar la ausencia de Feijóo. Me he preguntado si acertó Feijóo no yendo al debate. Tras seguirlo creo que acertó. RTVE no es un espacio neutral. Días antes los sindicatos de la Radiotelevisión pública pidieron que no se votase ni al PP ni a Vox. Además, la ausencia de Bildu y de ERC favorecía a Sánchez y nos impedía escuchar a sus socios menos deseados pero imprescindibles; era lo que exigía Feijoo.

Quien dijo las verdades del barquero fue Abascal. Recordó a Yoli lo que era, comunista, y cuando la chulísima sacó a relucir la foto de Feijóo hace treinta años con un tipo que mucho después no fue precisamente ejemplar, le recordó sus tratos con la narcodictadura chavista. Abascal le habló también de su asesor en Galicia condenado por pederastia. El feminismo de quita y pon de Yoli quedó bajo mínimos. Mientras, Sánchez componía una imagen de púlpito. Se le veía incómodo. El tono general fue calmado y sólo llegó a encabritarse Yoli, la chulísima, que parece no aceptar al discrepante. La hoz y el martillo asoman siempre.

Hubiera sido positiva la ausencia de Abascal en ese sarao de Sánchez y Yolanda. La idea no es mía sino de un comentarista de mi anterior artículo. Hubiese sido un diálogo de presidente y vicepresidenta que por vergüenza torera habrían suspendido. Era un debate trucado de dos contra uno y ese uno resultó sensato y no mintió. Pero la mentira va en la naturaleza de Sánchez y Yoli, la chulísima, progresa adecuadamente. Sánchez repitió que Feijóo había mentido en su cara a cara pero le desmienten las hemerotecas.

El debate menos seguido en muchos años no habrá movido prácticamente votos. El teatrillo montado por la Radiotelevisión que pagamos todos era demasiado burdo. Veremos mañana qué gritan las urnas. Personalmente deseo un cambio. Que España recupere la normalidad, que no vivamos en continua anomalía, que fomentemos la concordia y no el enfrentamiento, que apostemos por la humildad desterrando la soberbia rampante. Y todo ello desde un Gobierno centrado, equilibrado, capaz de superar las muchas trampas que dejará la caótica y dañina gestión del sanchismo.