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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Yolanda, entre la plancha y el insomnio

Reconozcamos que si pierden el poder los vamos a echar de menos, no existe Gobierno que haya dado tanto espectáculo

La campaña, en paz descanse, no parece haber cambiado nada. En apariencia, Sánchez ha perdido el tren de la remontada. ¿Ha resultado entonces una campaña inútil? Para nada, porque el «progresismo» populista y dicharachero ha hecho importantes contribuciones a la física y a la ciencia médica. La primeras han llegado de la mente siempre efervescente de Rodríguez Zapatero. Las segundas, con el asombroso caso clínico de Yolanda Díaz, que desafía todas las leyes biológicas y tiene perpleja a la comunidad científica.

La pregunta sobre si el universo es finito o infinito acompaña desde siempre a las mejores cabezas de la humanidad. Aristóteles rechazaba la idea de que fuese ilimitado. Newton sostuvo lo contrario, que es infinito. Stephen Hawking concluyó en su última investigación que el universo es finito.

Por fortuna, ahora ha terciado R. Zapatero, una de las inteligencias más poderosas del tiempo presente. Su aportación a la física la ha hecho en un mitin del PSOE en un hotel de San Sebastián. ZP se reveló allí como un sabio de estirpe newtoniana: el universo es infinito. Para perplejidad de su público donostiarra, que debió pensar que se había soplado tres o cuatro chacolís para precalentar antes del mitin, explicó lo siguiente: «El infinito es el infinito. El universo es infinito muy probablemente. No cabe en nuestra cabeza imaginarnos cómo es el infinito». Extraordinario. Incluso lo del «infinito es el infinito» podría interpretarse como un homenaje a otro insigne pensador tautológico de nuestro tiempo (M. Rajoy).

Una cita atribuida a Einstein, probablemente apócrifa, reza así: «Hay dos cosas que son infinitas: el universo y la estupidez humana, y no estoy seguro de lo del universo». Imposible leer ese comentario socarrón y no acordarse de Zapatero. Y no por lo primero (el universo), sino más bien por lo segundo.

Celosa tal vez de las contribuciones del Galileo de León, Yolanda también ha querido aportar su granito de arena a la ciencia. Lo ha hecho con un experimento empírico, revelando en un vídeo propagandístico que solo duerme dos horas al día. La última vez que yo planché la oreja solo dos horas fue de chaval, tras alguna noche farrera de confusión notable. Confieso que al día siguiente estaba más tirado que una colilla. Pero Yolanda asegura que es capaz de dormir por sistema solo dos horas. Trola olímpica. De ser así tendría que impartir sus mítines con un gotero de Red Bull en vena y tras un par de semanas de insomnio acabaría reuniéndose con Carrillo y la Pasionaria, allá donde estén.

Yolanda asegura también en su propaganda que en cuanto llega a casa se dedica a planchar, «durante horas» y para todos y todas. Dado que en la noche del miércoles estuvo liada con el debate, imaginamos que se pasará la jornada de reflexión recuperando la colada atrasada. Pam, Irene y yo nos estamos haciendo ya una pregunta desde Igualdad: ¿y qué pasa con el marido de Yolanda? ¿Por qué no plancha? ¿Está zapateado en el sofá con el Netflix mientras la vicepresidenta progresista se aplica con su montaña de blusas y vestidos de boutique? Urge una comisión parlamentaria para aclarar este posible delito heteropatriarcal.

Zapatero hablando del universo en tono flipado. Yolanda con sus fantasías animadas. Peter dándole al Falcón como si no hubiese un mañana. Irene purgada y desaparecida. Tito Garzón, missing también tras batir el récord Guinness de gandulería que ostentaba Iglesias Turrión. Marlaska, multirreprobado y condenado por el cese ilegal de Pérez de los Cobos. Margarita, una honorable Doctora Jekyll cuando está con los militares, que se transforma en Mrs. Hyde a la hora de adular a Mi Persona y secundarlo en sus dislates. La ministra de Fomento, negando contra la evidencia que el Gobierno ha aceptado en Bruselas imponer peajes en 2024. Marisu, que nos va a dejar un pufo en Hacienda de profundidades abisales. Y Nadia, que ya está haciendo la maleta para darse el piro tras rubricar uno de los peores datos de crecimiento de la UE.

¡Lo que han cundido! Y todavía faltan las alegres sorpresillas ocultas bajo las alfombras.