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Aire libreIgnacio Sánchez Cámara

La devolución de España

Lo que está en juego es la permanencia de la Nación entendida como comunidad de ciudadanos libres e iguales

Recién empezada la Transición publicó Julián Marías unos textos bajo el título La devolución de España, como segunda parte de su libro La España real. Ambos títulos son muy pertinentes para iluminar la relevancia de las elecciones de hoy. Devolución de España a todos los españoles, nunca a quienes se excluyen a sí mismos, y sustitución de la España oficial por la España real.

No se trata sólo, ni principalmente, de una cuestión sobre otra alternancia más en el poder y de sustitución de unas políticas por otras. Lo que está en juego es la permanencia de la Nación entendida como comunidad de ciudadanos libres e iguales y, por ello, de la supervivencia de la democracia liberal y la recuperación de la concordia perdida.

Es menester detener los abusos del poder y la apropiación indebida que de él han hecho los actuales gobernantes. La coalición gubernamental podrá ser legal, pero no creo que sea legítima. No todo lo que es legal es conforme al bien común y a la justicia.

La existencia de un Frente popular es algo extravagante e insólito en la actual política europea. No existe otro caso que el español. Se diría que se trata de un grave mal, de una anomalía, menos en España, donde sería un cúmulo de bendiciones. Porque la coalición entre el PSOE y Podemos era un Frente popular, como lo sería otra entre los socialistas y Sumar. Además, están los partidos separatistas que apoyaron la investidura y brindaron al Gobierno frecuente apoyo parlamentario. No es posible gobernar bien lo que se odia. No se puede favorecer y defender lo que se aspira a destruir.

El PSOE ha roto la concordia y no es la primera vez que lo hace. No es que este PSOE se haya vuelto radical hasta la locura. Es que siempre ha tenido dos almas incompatibles entre sí. Besteiro y Largo Caballero. Leguina y Vázquez, y Zapatero y Sánchez. La historia lo confirma. Basta el recuerdo de su actuación durante la Segunda República y la guerra civil. Una parte de la Nación se niega a convivir con la otra y busca su exclusión, incluso su eliminación, al menos moral y muchas veces física.

Por eso las elecciones de hoy se celebran con la exigencia de buscar la nacionalización del Estado, que debe pertenecer a toda la Nación y no sólo a una parte de ella. No se trata de arrebatar el poder a la izquierda en general sino a esta izquierda extraviada y frenética y detener la propagación del odio. La derecha no debe contribuir en ningún caso a ese proceso, pero sí a ejercer la legítima defensa. Una cosa es la reforma constitucional y otra la destrucción de la Constitución. Y como la propia Constitución se fundamenta en la unidad indisoluble de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, la segregación de parte del territorio nacional o la celebración de un referéndum de autodeterminación no sería sólo inconstitucional, sino que entrañaría la muerte de la Constitución.

Pero existe otra razón, desde luego no la menor, para operar un cambio en la política española. El Gobierno actual en funciones, confiemos en que terminales, ha dirigido, siguiendo las huellas de Zapatero, un proceso de transformación ideológica de España, hostil a la libertad y a los principios y valores que han conformado la realidad espiritual de Europa: la religión cristiana, el legado jurídico de Roma y la filosofía heredada de Grecia. Jerusalén, Roma y Atenas. No es cuestión de avance o retroceso de derechos. Es asunto de defender la civilización frente a la barbarie. Para llevar a cabo su proyecto culturalmente totalitario, el Gobierno ha hecho un uso persistente de la mentira, ya que el mejor medio de destruir la verdad es la mentira. Por eso, hoy es tan urgente recuperar la Nación como defender la verdad.