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HorizonteRamón Pérez-Maura

Ha llegado el gran día

La mayoría de los españoles llamados a votar hoy no tuvimos edad para hacerlo en 1976. Recuerdo a mis padres después de votar y a la única abuela que me quedaba viva. Todavía tengo la sensación de haber tenido los ojos muy abiertos ante la trascendencia que se sentía escuchando las conversaciones de los mayores

Creo que hoy es un día tan importante como el 15 de diciembre de 1976. Probablemente, no habrá más de un puñado de españoles que recuerden lo que sucedió en esa jornada. Sin duda entre ellos estará Fernando Suárez, el último ministro vivo de los gobiernos del general Franco y que fue el defensor en las Cortes de la Ley para la Reforma Política que aquel día de diciembre fue aprobada por el 97,36 por ciento de los votantes. La participación fue del 77,72 por ciento del censo. Por cierto, espero con enorme interés las memorias de este Suárez que me dicen que aparecerán el próximo otoño.

Comparo el 15 de diciembre de 1976 con el 23 de julio de 2023 porque, aunque muy distintas, ambas fechas abordan momentos de grave crisis del sistema. En 1976 España había superado el régimen del general Franco que había dejado una clase media sobre la que se podía construir un sistema democrático basado en la concordia –como intentó defender el otro Suárez, el que presidía el Gobierno: Adolfo. Pasados 47 años, la situación es igual de relevante, pero por razones opuestas: es la España de la Constitución de 1978 la que está amenazada y es la clase media española la que atraviesa una crisis brutal. Para disgusto de los más sectarios, el general Franco dejó como herencia política una clase media sin la que hubiera sido imposible establecer una democracia de tanto éxito como la que se desarrolló a partir de 1977.

El régimen de 1978 está hoy gravemente amenazado. España está dividida en dos bloques, hablando en términos generales. Del lado izquierdo del espectro, el PSOE se declara plenamente constitucional, pero sólo podría gobernar aliándose con partidos que desean saltarse la Constitución o derogarla. Incluido lo que queda del Partido Comunista de España, uno de los promotores de esta Constitución, y que bajo la secretaría general de Enrique Santiago sólo puede ser un comparsa de las ruinas de Podemos y adláteres.

Frente a esa opción está el bloque del centro y la derecha. Ahí Vox quiere una reforma de partes relevantes de la Constitución como el capítulo de las autonomías. Yo no estoy de acuerdo con ello, pero tengo claro que querer reformar la Constitución empleando los mecanismos que la propia Constitución nos ofrece para hacerlo es ser plenamente constitucional. Ya podrían podemitas y asociados aplicarse el mismo método.

La mayoría de los españoles llamados a votar hoy no tuvimos edad para hacerlo en 1976. Recuerdo a mis padres –y a la única abuela que me quedaba viva– después de votar. Todavía tengo la sensación de haber tenido los ojos muy abiertos ante la trascendencia que se sentía escuchando las conversaciones de los mayores. Sentado en el cuarto de estar, con mis pantalones cortos –entonces los niños llevábamos pantalones cortos, aunque fuera diciembre– recuerdo el entusiasmo de mi padre tras oír las noticias en el telediario de las tres de la tarde del día siguiente –la noche de las votaciones no hubo resultados. Esta noche no podré ver el recuento electoral con mis hijos –dos de los tres ya votan– porque tendré que estar en la redacción de El Debate trabajando para ustedes. Pero no olvidaré aquel día de 1976 en que España dio un paso de gigante en favor de la democracia. Lo que hoy nos jugamos no está muy lejos de lo que estuvo sobre el tablero entonces. Espero que los españoles sepamos acertar como lo hicimos aquel día.