El ridículo del columnista
Cuando un columnista se cae del trapecio sin red salvadora y se pega un jardazo descomunal, el dolor dura varios días, o quizá meses. No he sabido analizar la situación y me he equivocado de la A a la Z. Sabio columnista.
No he acertado ni una. Ridículo total. No me sirve de consuelo que muchos colegas atados a la columna –como acuñó Antonio Burgos–, hayan patinado con parecido infortunio. Todavía me parece asombroso que más de siete millones de españoles le hayan renovado su confianza a Sánchez. Pero así ha sido. Feijóo ha ganado, pero su victoria se puede considerar un triunfo derrotado. El PP sabía que la mayoría absoluta era utópica, imposible. Aún así, su obsesión durante la campaña electoral no fue otra que utilizar todos los medios a su alcance para destrozar socialmente a Vox. Su obsesión y la de las amebas confusas y acomplejadas de las que se ha reunido Feijóo. Sémper, Cuca, Pons y demás inútiles. El PP hizo una campaña electoral contra el partido que podría garantizarles el Gobierno, monumental majadería. Las incoherencias surgieron con la actitud desafiante y grosera de la actual presidente de Extremadura, la señora Guardiola. Y el apoyo del fallido líder del PP al murciano López Miras. Un diez por ciento de sus prometidos votantes se dieron de baja. Aún así, muchos seguimos empeñados en concederle, por hastío, una victoria holgada y pendiente de la generosidad de Vox. Pero Vox – también excesivamente confiado y errado en algunas decisiones–, y el PP de los dirigentes turbios y acomplejados fueron debilitándose mientras el gran felón, a su manera, culminó una agotadora campaña que apuntó a la remontada. No obstante, y ruego ser perdonado, yo seguí escribiendo empujado por mis deseos, que no eran otros que terminar con esa etapa cochambrosa de la España de hoy. La victoria de Feijóo y del PP se puede comparar con el supuesto triunfo del Sporting Canicas sobre el Spartak Bolones en la Liga Nacional de Canicas Sobre Asfalto. Que no sirve para nada, porque el Spartak Bolones, el perdedor, ha comprado al resto de los equipos contendientes y sabe que, al final, los ganadores serán ellos. El Canicas, segundón, y el Bolones, con trampa, triunfador absoluto. Aquella AP inteligente de Pio Cabanillas – hemos ganado, pero todavía no sabemos quiénes lo hemos hecho–, jamás se habría encarnizado con sus posibles socios. Feijóo está obligado a devolverse a Galicia y los decepcionados del PP, olvidarse del recambio Ayuso. Isabel Díaz Ayuso está muy bien en Madrid y es el muro insalvable para las izquierdas extremas y extremas izquierdas. El PP tiene que recuperar a los suyos y no pescar en pantanos con peces muertos. Se trata de un partido tan importante, que a pesar del lamentable encadenamiento de errores, indolencias, nombramientos absurdos y complejos inauditos, se mantiene más alto que los siete millones de votantes de Sánchez. Y Vox, el partido machacado por el PP, supera los tres millones de fieles. Sin Vox, el PP no puede obtener la mayoría absoluta para gobernar. De ahí que se antoje inadmisible su persecución a Vox. Es de tontos. Como yo.
Será Puigdemont, el fugitivo, el caganer, el huido en el maletero, el que facilite la gobernación de Sánchez. Vivimos en una nación maravillosa que en ocasiones, resulta profundamente idiota. Pero hoy no tengo día para bromas. Cuando un columnista se cae del trapecio sin red salvadora y se pega un jardazo descomunal, el dolor dura varios días, o quizá meses. Y si el PP se ha dado un jardazo. Allá el PP. Y si a Vox le han quitado el trapecio. Allá Vox. Pero mi jardazo particular e intransferible no me lo quita nadie. No he sabido analizar la situación y me he equivocado de la A a la Z. Sabio columnista.
Perdón.