La verdad o el odio
No me defino como feminista. No voy pregonando que soy feminista, porque las verdaderas feministas actúan sin alardear. No he puesto mi nombre a favor de nadie, he puesto mis principios
En la entrevista de Le Monde que me hizo Sandrine Morel, periodista muy cercana a Guillermo Altares, director de Cultura de El País, se tilda a las víctimas de las tiranías sudamericanas de izquierdas y comunista como la cubana como personas sin decisión propia, manipuladas por VOX... Típico desprecio a la inteligencia, de parte de Morel que prefiere desacreditar antes que verificar y reconocer que Europa, y Francia, no son más tierra de amistad, sino de odio. El odio socialcomunista, al que todos temen.
Le Monde y Morel intentan lincharme frente a editores y editoriales, típico de los regímenes comunistas. La corresponsal denigra y echa mano de un pésimo montaje. Concluye que he sido víctima de VOX.
Cita el minuto de silencio dedicado a una mujer asesinada en la que, según Yolanda Díaz, dos miembros de VOX ríen; se ha podido comprobar que es falso, en la foto no sólo el minuto de silencio no se había producido, sino que otras mujeres presentes de otro partido también sonríen.
Morel no se ha leído el programa de VOX con relación a las mujeres y al feminismo; yo sí, obviamente. Afirma que me nota incómoda mal à l’aise. La entrevista se hizo por teléfono, en ningún momento me sentí incómoda, no me siento para nada incómoda con mi pensamiento, aunque desconfío de la manipulación que se pueda hacer de mis palabras, de ahí que grabara. Morel confiesa que escribió sobre las protestas del 11 y 12 de julio del 2021 en Cuba a donde había viajado con visa turística, no de periodista, lo que seguramente ella y Le Monde sabían que le hubiera podido costar mínimo veinte años de cárcel, o la vida en un accidente de automóvil contra el árbol correspondiente.
Morel afirma que intento justificar bien o mal. Jamás justifico lo que he pensado a profundidad, menos frente a una persona con semejante carga de enjuiciamiento prejuiciado. Añade, sin saber nada de mí, que me sabe muy conservadora. Olvida mencionar que hallé raro que no me hubiera entrevistado, pues no lo hizo cuando pertenecí al Comité de Soutien de Anne Hidalgo, a la que no apoyaré más desde que recibió con alfombra roja a Castro II en la Alcaldía de París. Tampoco menciona que no he apoyado a Donald Trump, que me caía mal, hasta que la prensa hizo que me cayera bien y entonces lo viera simpático.
Añade que no soy militante de VOX, cierto, no es un requisito serlo para ir al Senado, que sólo paso una parte de mi vida en España, ¿qué sabe ella de mis itinerarios? Seguramente he vivido más tiempo en España, siendo española, que el socialista español Jorge Semprún, viviendo en Francia, cuando fue nombrado ministro de cultura por el PSOE.
En cuanto a la foto de Yolanda Díaz con el póster del Che Guevara, cuando ostentaba un cargo político importante, se estrella al notar que Díaz, elogiada por Jean-Luc Mélénchon, elogiaba ya a un enfermo terminal Hugo Chávez. Otro argumento que esgrime Morel queriendo ridiculizar mis ideas es que Pedro Sánchez cantó La Internacional puño en alto, sin siquiera mencionar lo que han probado las recientes elecciones municipales y autonómicas en España, además de varios libros, como el de Rosa Díez, titulado ‘Caudillo Sánchez’, que es detestado por los españoles.
Morel menciona un clip, los latinos de VOX, hecho por el partido con la intención de envolverlos bajo el tema de «la libertad», las comillas son de Morel, como si en el caso de los latinos se debiera entrecomillar «la libertad». El término latino es una definición de los demócratas norteamericanos con el que no me identifico: soy iberocubana y francocaribeña, no soy latina.
Morel continúa: las explicaciones acerca de la producción de una obra de Virginia Woolf supuestamente censurada son poco creíbles; sin embargo, no menciona los cuatro años de censura del gobierno de Sánchez contra artistas independientes con ideas distintas, ni que riega de ayudas a la prensa, 400 millones, subvenciona películas que falsean la historia de España, mientras prohíbe otras como la más reciente de Carlos Hernando, El Autócrata. No se refiere a cómo la prensa y las instituciones culturales censuraron bajo el gobierno actual a escritores y artistas que no lamemos las botas del Caudillo Sánchez, ni de esa izquierda sin moral para dar lecciones.
No me defino como feminista. No voy pregonando que soy feminista, porque las verdaderas feministas actúan sin alardear. No he puesto mi nombre a favor de nadie, he puesto mis principios. Tomé la decisión cuando un grupo de niños fueron apuñalados en un parque y la prensa dedicó más espacio al criminal que a sus padres. Se trata de verdad o de odio. El odio lo ejerce desde la moralina una izquierda rancia y obsoleta.