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Un mundo felizJaume Vives

Por un puñado de votos

Aquí nadie habla de tumbarse a la bartola a esperar que las cosas ocurran. De lo que se trata es de trabajar como si todo dependiera de nosotros pero sabiendo que todo está en manos de Dios

Siguiendo una metáfora de Quintana Paz, en España para estas elecciones y con posibilidad de representación parlamentaria, había 3 opciones: la primera opción era votar para acabar de dinamitar los restos de una civilización ya casi extinta, la segunda consistía en observar los restos, conformarse y no intentar colocar ninguna piedra, no fuera a ofenderse algún amigo de la moderación, y la tercera tenía intención de reconstruir algún edificio o por lo menos parte.

Soy muy partidario de no votar, de votar a partidos sin posibilidades de representación parlamentaria pero que quieran que el edificio vuelva a ser majestuoso o de votar a partidos con posibilidad de representación que quieran reconstruir algo el edificio, sabiendo que el problema de raíz es el sistema mismo, y que someter la verdad a votación es el camino más rápido a la barbarie.

Y digo esto porque este año, la 3ª Edición de la Peregrinación de Nuestra Señora de la Cristiandad de Oviedo a Covadonga terminó con el padre Raúl del ICRSS diciendo en el corazón de la Reconquista, en Covadonga, que España se salvaría por un puñado de santos y no por un puñado de votos.

Y esta afirmación tan verdadera, justo el día después de las elecciones, no es una llamada al quietismo, aquí nadie habla de tumbarse a la bartola a esperar que las cosas ocurran. De lo que se trata es de trabajar como si todo dependiera de nosotros pero sabiendo que todo está en manos de Dios.

El mundo no lo transforman los estrategas, lo transforman los santos, los que se han dejado querer por el Señor.

Y ésta es la conclusión que debemos sacar del 23 de julio. España necesita una legión de hombres enamorados de la Verdad, deseosos de servirla y difundirla. Doce apóstoles anunciaron la Buena Nueva al mundo entero, y un puñado de santos llevaron la Fe desde España hasta los confines de la tierra.

El mundo iría mejor si nos pareciéramos más a San Agustín, a San Francisco, a Santa Clara, a San Benito, a San Ignacio o a San José.

Si ponemos nuestras esperanzas en la fuerza del hombre, en nuestras fuerzas, la frustración será mayúscula. Y si pensamos que la conversión de España y la purificación de sus costumbres vendrá por votar cada cuatro años, todavía peor. Ese es el verdadero quietismo: pensar que una papeleta en una una urna es todo lo que podemos y debemos hacer.

La política en mayúsculas es organizar un club de lectura, montar una asociación, formar una familia, organizar una peregrinación, leer un buen libro, dar de comer al hambriento, corregir al que permanece en el error o preocuparse por el vecino.

Y luego, si uno quiere, cada cuatro, dos o cada año puede votar, siempre sabiendo que el principal problema no es un partido sino el sistema. Pero eso solo son un puñado de votos, que aunque en un momento concreto puedan ayudar, no son la solución que nuestra patria necesita.

La Reconquista empieza de rodillas, con el corazón inflamado y la espada en alto para defender lo bueno, lo bello y lo verdadero. Ése es el espíritu de cruzada que nos sacará del pozo en el que no nos ha metido el PSOE sino el alejarnos de Dios y la Ley Natural, que también habita en el corazón de los que la niegan y todavía no la reconocen.

Yo voto por un puñado de santos, entre los que me encantaría estar pero de los que todavía estoy muy lejos.