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Post-itJorge Sanz Casillas

Teoría alternativa sobre la investidura

Hemos vuelto a 2018, con Sánchez diciéndole al ganador de las elecciones que se aparte. Tiene 37 escaños más que entonces, pero la misma debilidad de siempre

Aunque de la moción de censura a Rajoy sobrevivió la imagen del bolso de Soraya sobre el escaño, hay un instante de aquella sesión que recuerda mucho al momento presente. Lo protagonizó Pedro Sánchez, cómo no, único líder superviviente de aquel parlamento errante, cuando pidió al presidente que se fuera: «Por el país, dimita. Y si no, señorías, por el país –dijo mirando teatralmente al hemiciclo–, hagámosle dimitir».

Mariano Rajoy, que tenía un gran sentido de la institucionalidad pero no sabía disimular el aburrimiento, le preguntó en su réplica lo siguiente:

«¿Qué concepto tiene usted de lo que es un sistema democrático? ¿Puede usted explicar a esta Cámara por qué tengo que dimitir yo, que de momento tengo la confianza de la mayoría de los ciudadanos y de momento tengo la confianza de la mayoría de esta Cámara, cuando usted no tiene ni la de los ciudadanos ni la de esta Cámara?».

Cinco años después de aquello seguimos en el mismo cruce de caminos, con Sánchez y sus tertulianos de cabecera exigiendo al ganador de las elecciones que se aparte. Con 37 escaños más que entonces, pero con la misma debilidad de siempre, el PSOE le dice a Feijóo que no se presente a la investidura, que se ahorre el trago y que Madrid le viene grande, como si nacer en Cuatro Caminos fuese garantía de integridad, cuando no de inteligencia.

El desprecio a Feijóo esconde una realidad que es inopinable: y es que Pedro Sánchez se ha presentado a cinco elecciones, ha perdido tres y no ha conseguido más de 123 escaños en ninguna de ellas. Los 136 diputados que tiene hoy el Partido Popular, a los que hay que sumar la mayoría absoluta en el Senado, no figuran ni en los sueños más húmedos del presidente. Le salva, como en 2018, que está dispuesto a pactar con partidos de amplísimo historial delictivo, como Esquerra o Junts, pero sabe que el suelo es tan frágil como sus convicciones. Por eso no es descartable una sucesión de acontecimientos como la de entonces, es decir, que Sánchez afronte su propia investidura como la moción de censura de 2018. Se presentaría subido a lomos de un grupo parlamentario perdedor, pero con la asistencia de ese otro 5 por ciento del voto válido que, en virtud de un sistema electoral nefasto, se permite el lujo de quitar y poner presidentes en el país que detesta. Después gobernará hasta donde le den las piernas, los presupuestos o la ley, según el caso, para luego convocar elecciones fingiéndose moderado e incapaz de gobernar con aquellos que se declaran abiertamente contrarios a España.