Fundado en 1910
Cosas que pasanAlfonso Ussía

Eso, el honor

El coronel Pérez de los Cobos ha recuperado la jefatura de la Comandancia de la Guardia Civil en Madrid. Pero ha perdido mucho manteniendo su honor

La excusa de la falta de confianza, cuando es duradera, empecinada y brutalmente injusta, adquiere un lugar preferente en los espacios de la prevaricación. Dos ejemplares e intachables coroneles de la Guardia Civil, que ya tenían que ser generales, son los prevaricados. El posible prevaricador es el ministro del Interior, el compañero Marlasca. Me refiero al coronel Sánchez Corbí, jefe de la UDEF, y al coronel Pérez de los Cobos, Jefe de la Comandancia de la Guardia Civil en Madrid, enviado por el Gobierno a Barcelona durante el Golpe de Estado para controlar los movimientos de los Mozos de Escuadra de Trapero, y en dos ocasiones –al igual que el coronel Sánchez Corbí–, rechazados sus ascensos por el ministro a pesar de ser los primeros nominados por la Guardia Civil para alcanzar el generalato. Los dos, de jóvenes oficiales, ejemplares y eficaces defensores de España y su Constitución en la lucha diaria contra los terroristas de la ETA, actualmente camuflados en EH Bildu y sostenedores del Gobierno de Sánchez. El entonces –¿capitán?–, Sánchez Corbí, fue el que se mantuvo firme en la nave de Mondragón y liberó a José Antonio Ortega Lara de su agujero inmundo. El juez Baltasar Garzón dio por errada la operación de rescate, y Manuel Sánchez Corbí se negó a abandonar la nave. –Señoría, entiendo su postura, pero nosotros no nos movemos. Ortega Lara está encerrado aquí-. El canalla de Bolinaga, que en paz no descanse, se derrumbó cuando un guardia civil manipuló una palanca y se entreabrió una compuerta en el suelo en el sector opuesto de la nave. Y efectivamente, allí se hallaba, demacrado, hambriento, sucio y desesperanzado un hombre, todo un hombre, que había soportado el peor de los suplicios durante más de 550 días de secuestro. Ni los verdugos de Stalin y Hitler superaron la crueldad de los terroristas etarras. Aquel agujero húmedo y estrecho, no fue pensado ni en los campos de exterminación comunistas del archipiélago Gulag, ni en los establecimientos nazis con sus cámaras de gas de Treblinka, Buchenwald, Auschwitz o Mauthausen. Cuando Ortega Lara vio a los guardias civiles pidió que le dispararan a la cabeza para dejar de sufrir. Los hijísimos de la gran putísima de los etarras, durante el largo secuestro de Ortega Lara, simularon en más de una ocasión, tortura sobre tortura, ser guardias civiles que acudían a rescatarle. Cuando el secuestrado se apercibía de la cruel representación, los miserables asesinos del terrorismo vasco, rompían a reír, y se marchaban juntos, como una cuadrilla cualquiera, a celebrar con asqueroso chacolí su 'hazaña'. Pero la persistencia de Sánchez Corbí derrumbó al cobarde de Bolinaga y José Antonio Ortega Lara fue liberado. Pocos días más tarde, el comando al mando de 'Txapote' o Chapote-, secuestró a Miguel Ángel Blanco, y lo asesinó después de dos días de un valiente disparo en la nuca.

Marlasca se ha visto obligado por la Justicia –a la que él perteneció alcanzando gracias al apoyo del PP un sillón en el Consejo General del Poder Judicial–, a restituir en su cargo al admirable coronel Pérez de los Cobos. Pero no es suficiente. Han transcurrido tres años, no ha ascendido como solicitó la Guardia Civil a general, y muy probablemente, en pocos meses, Marlasca «perderá de nuevo su confianza» en el heroico coronel. Se trata de un odio histérico, como el que padeció Sánchez Corbí.

Pocos días antes de la comparecencia del mayor Trapero ante la Justicia, el coronel Pérez de los Cobos, que fue en el ministerio del Interior adjunto a los ministros Aceves, Rajoy, Pérez de Rubalcaba y Jorge Fernández Díaz,

a instancias del último, acudió a cenar al Palace. Allí le aguardaba el «príncipe de las tinieblas». Nadie sabe lo que le ofrecieron a cambio de que cambiara su declaración sobre la actuación infame del mayor Trapero durante el Golpe de Estado. Quizá su negativa a cambiar nada, tuvo que ver posteriormente, con el maltrato que recibió por parte del ministro sofocado y convulso. Curioso resulta que de los cuatro ministros a los que sirvió, con quien más se compenetró fue con Alfredo Pérez de Rubalcaba, según el coronel «un ejemplo de honradez y trabajo, y siempre defensor de los suyos».

La victoria judicial de Pérez de los Cobos no significa gran cosa. El ministro colérico que le exigió una información ilegal, quebró su brillantísima carrera. Como la del coronel Corbí. El que abusa a sabiendas de su poder con injusticia para perjudicar a quien está a sus órdenes, tiene un adjetivo tan claro como definitivo. El coronel Pérez de los Cobos ha recuperado la jefatura de la Comandancia de la Guardia Civil en Madrid. Pero ha perdido mucho manteniendo su honor. Y su brillante honestidad en su larga etapa al servicio de los españoles. Honor, en cambio, que por motivos ajenos a la grandeza del uniforme verde, no ha sido observado por alguno de sus compañeros de la heroica Institución.