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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Para Arturo

En quince años, sólo en tres ocasiones me atreví a molestar a Antonio Mingote. Desde que se fue, no tengo interlocutor en la RAE, y creo que el único que reúne todos los requisitos para serlo, eres tú

Me figuro que estarás navegando. Pero te emplazo para septiembre, querido Arturo Pérez-Reverte. Te ofrezco un empleo, no remunerado, que quedó vacante cuando se me marchó Antonio Mingote. El de mi Pepito Grillo en la Real Academia Española. El changurro, el pato malvasía y la camioneta que vuelca en una curva. La primera solicitud de ayuda tuvo como protagonista la definición en el Diccionario de la RAE del changurro. Antonio Mingote expuso mis argumentos –y los de mi padre fallecido, gran conocedor del vascuence– en una de vuestras reuniones periódicas, y se molestó con él, Alonso Zamora Vicente, el que fuera sempiterno secretario perpetuo de la docta institución. Según me confesó Antonio, Zamora Vicente fue el que impulsó la errónea descripción académica de la voz «changurro», y montó en cólera educada, si ello es posible, cuando se sintió aludido. Antonio, con su buena educación serenísima renunció a proseguir el debate y dejó las cosas como estaban. La RAE define de esta guisa al changurro. «Changurro. ( Del eusk. 'txangurro') m. Plato vasco popular hecho con centollo cocido y desmenuzado en su caparazón". Esa descripción es un disparate, Arturo, una aurora boreal. Antes de todo, porque el changurro no es un plato, y menos aún, popular, por su carestía. El changurro, vivo o muerto, desmenuzado o sin desmenuzar, es el centollo. En vascuence «changurro o txangurro» es la denominación del centollo, el crustáceo decápodo marino, el gran cangrejo de caparazón redondo cubierto de pelos cuya carne es tan sabrosa como apreciada. El changurro se puede degustar de diferentes maneras, y es el animal, no el plato, y jamás popular. Ya en mis tiempos de niño, el mejor changurro de San Sebastián se ofrecía en «Juanito Kojúa», y de popular, nada de nada. Te arreaban un sablazo de aúpa en la factura. Urge la corrección para la vigésima cuarta edición.

Más éxito tuvo Antonio con el pato malvasía, especie al borde de la extinción y que sobrevive en los humedales del este y sur de España y en Portugal. Un pato maravilloso, el oxiura leucocephala con su cabeza blanca y su gran pico azul. El único pato que no aparecía en el Diccionario.

Ya está instalado en él. Antonio Mingote me envió un precioso dibujo. Un pato malvasía nadando sobre la tapa del Diccionario de la RAE, me agradecía el interés: «Gracias, don Alfonso, por hacerme sitio, al fin, en este libro tan gordo».

Y en la tercera petición, sin éxito, se montó un rifirrafe académico. Creo que todo lo que se pueda decir a viva voz debe poder escribirse. Se lo expuse a Antonio mientras devoraba un plato de borrajas. Una camioneta, con una baca sobre el capó, transporta a una vaca en el amplio volquete trasero. Al tomar una curva, la camioneta vuelca y se caen las dos vacas, la baca con b, y la vaca con uve. ¿Cómo se escribe «cayeron las dos vacas»? Camilo apoyó a Mingote. «¡Urge solucionar el problema! Lo que se dice, se tiene que escribir». Emilio Alarcos también se puso del lado de Mingote, pero la mayoría tumbó la posibilidad de estudiar la solución.

Tengo la mala costumbre y quizá el gusto lector deteriorado. Me divierten e interesan los diccionarios, y los leo. En quince años, sólo en tres ocasiones me atreví a molestar a Antonio Mingote. Desde que se fue, no tengo interlocutor en la RAE, y creo que el único que reúne todos los requisitos para serlo, eres tú. Sabes que, a cambio, te regalaré la edición en chino de La Isla Negra de Tintin. Espero que adoptes la decisión correcta. Un abrazo.