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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Ultraderecha

Desgraciadamente la oferta de Vox no servirá para nada. El PP empezó a perder estas elecciones con el numerito ignominioso y ridículo de la señorita Guardiola en Extremadura

En España hay dos partidos políticos de ultraderecha. Me refiero al de los separatistas catalanes de Puigdemont y al Partido Nacionalista Vasco. Uno y otro se disponen a votar a favor de la investidura de Sánchez, los comunistas, los terroristas y los otros separatistas. Tanto Junts como el PNV no tienen otro objetivo que el dinero, la financiación y la imposición del chantaje a cambio de sus apoyos.

En la presumible derecha española del PP y la derecha constitucional de Vox, ha sido bien recibida la oferta sin condiciones del partido de Abascal de apoyar, a cambio de nada, al PP de Feijóo. Me encantaría equivocarme como me he equivocado en muchas ocasiones, pero creo que la sincera y patriótica actitud de Vox va a servir de muy poco. Para que la derecha –llamémosla así– del PP pueda acceder a la gobernación de España, necesitaría, después del generoso desprendimiento de Vox, los cinco votos de la ultraderecha vasca, que ya han sido valorados económicamente por el PSOE y aceptada su valoración por el PNV. Aznar consiguió los apoyos del PNV de Arzallus y de la Convergencia de Pujol durante su primera legislatura. Se sabe lo que consiguió Pujol a cambio, pero no mucho de los beneficios que atesoró el PNV. Durante los gobiernos de Aznar, la lucha antiterrorista fue eficaz y contundente. Y el PNV no retiró su ayuda parlamentaria. Se limitó a protestar airadamente con la boca pequeña en el día del «Aberri Eguna», la anual romería del nacionalismo a la extensa campa alavesa que más se asemeja a una feria de ganado sin ganado, que a una concentración política. Si algo asustaba a los nacionalistas vascos de la ultraderecha, no era el Gobierno de Aznar y su firme lucha contra la ETA programada por el ministro guipuzcoano Jaime Mayor Oreja. Lo que llevó al PNV a colaborar con Aznar fue el aumento del poder social del entorno del terrorismo. La ETA también secuestró, chantajeó, torturó y asesinó a nacionalistas vascos. Y dentro de lo malo, algunos políticos de la ultraderecha vasca, como Ardanza o Imaz, se dedicaron a la gestión y no al obsesivo antiespañolismo del que fuera Capellán de la Embajada de España en Bonn, el que oficiaba cada 18 de julio la Misa de la Liberación en la sede de nuestra Embajada en la Alemania libre. «Te rogamos, Señor, por la salud de nuestro Caudillo para que mantenga la fortaleza y puede llevar a buen puerto la gran obra de la recuperación de España». Aquel padre jesuita Javier Arzallus, tan vasco, tan carlista y tan español.

Hoy, la ultraderecha vasca del PNV –por culpa de la etapa de odio a España del aquel vasco, carlista y español– en el último decenio de su vida, se ha fundido, por meros intereses económicos, con los terroristas que tanto le asustaban y el social-comunismo del Gobierno español, que también ha logrado reunir a los dos frentes que se odian en Cataluña para conseguir sus objetivos. Eliminar la Constitución, proclamar la Tercera República y fraccionar España en pequeños territorios que jamás fueron naciones independientes. Y en eso están los separatistas vascos y catalanes. Olvidar los odios de los separatistas de ultraderecha hacia los separatistas de izquierdas, para que Sánchez pueda hacerles el trabajo infame de entregarles una España descuartizada a cambio de mantenerlo en el poder.

Desgraciadamente la oferta de Vox no servirá para nada. El PP empezó a perder estas elecciones con el numerito ignominioso y ridículo de la señorita Guardiola en Extremadura. La inicial inacción de Feijóo y sus gamarros dio alas al que ya se consideraba derrotado para recuperar una buena parte del apoyo perdido. Pero bueno es recordarles que podrá gobernar, con dificultades, gracias a los dos partidos de la ultraderecha española.

El PNV y «Junts». Demasiadas cuerdas para un violín.