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HorizonteRamón Pérez-Maura

Víctimas del 23-J en Vox y Podemos

«¿De verdad pensáis que Pablo Iglesias (tiene 5 diputados) hará vicepresidenta del Gobierno a quien le traicionó y mandó al paro a la madre de sus tres hijos?»

Los españoles todavía no sabemos a dónde nos llevan los resultados de las elecciones legislativas del 23 de julio. Sánchez sigue en Lanzarote, disfrutando de los predios del Reino de España, y recogiendo su credencial de diputado por medio de un propio al que se le pagará la gestión con cargo a los impuestos que devengamos usted y yo, estimado lector. Entre tanto, el inesperado resultado de las elecciones generales está dejando víctimas por doquier. Y de manera destacada en Vox y en Podemos.

Lamento mucho, por el bien de todos los españoles, la salida de Iván Espinosa de los Monteros de la dirección de Vox. Pese al señorío de las explicaciones del dimisionario, todo apunta a una defenestración sin matices. Él parece haber anunciado su abandono cinco minutos antes de que se comunicara que no repetiría como portavoz de Vox en el Congreso de los Diputados. Y no tengo objeción en reconocer que en la anterior legislatura ha sido, con mucho, el mejor portavoz parlamentario de todos los grupos habidos. Que en esas circunstancias los miembros de tu propio partido quieran prescindir de ti hace que, cuando eres capaz de ganarte la vida por ti mismo, saludes desde el centro del ruedo y te marches como un triunfador. Humillaciones, las mínimas.

Quiero aclarar que no soy amigo de Espinosa de los Monteros. Ahora parece tener más amigos que nadie. Sólo recuerdo haber tomado un café con él en el Palace a instancias de mi colega Edurne Uriarte. Y también en las distancias cortas me causó la mejor impresión. Pero cuando los partidos retroceden electoralmente y son incapaces de encontrar ninguna causa para ello en sus propias filas y actuaciones, siempre es más fácil ir segando la hierba bajo los pies de los que más destacan entre los propios. Así auguro que le va a ir a Vox. Y animo a reflexionar al respecto a muchas personas a las que quiero y tengo cerca y que son tan próximas a Vox.

Más entretenido es algo que puede ocurrir al otro lado del escenario político dentro de una coalición, Sumar, que quedó a sólo dos escaños de Vox. Todos estamos dando vueltas a los votos que faltan a Sánchez para lograr la mayoría suficiente para ser presidente del Gobierno en una nueva investidura. Asumimos que en esta hora el candidato sanchista sumaría 171 escaños frente a los 172 de Núñez Feijóo. La clave estaría en los siete diputados del prófugo de la Justicia cuyo respaldo Pedro Sánchez cree legítimo. Pero como me decía ayer un veterano cronista parlamentario, hoy dedicado a otras labores periodísticas, «por encima del poder y del dinero están los sentimientos. Desde la noche de los tiempos sabemos que quien mató a Abel no fue el vecino ni el enemigo, sino su hermano. ¿De verdad pensáis que Pablo Iglesias (tiene 5 diputados) hará vicepresidenta del Gobierno a quien le traicionó y mandó al paro a la madre de sus tres hijos?»

Tengo a gala no haber saludado nunca a Pablo Iglesias. Pero puedo imaginar cómo está sentando a sus Iones Belarras y adláteres de Podemos haber tenido que hacer un ERE que deja en la calle al 50 por ciento de la plantilla. Y ahí no está incluida Irene Montero. Ahora hay tres niños a los que dar de comer y las fuentes de ingresos son más escasas. Sobre todo, cuando las audiencias de los medios en los que intervienes ya no son lo que eran. Y lo que se cobra de cajera de supermercado sí que lo es. Y ya sabemos que para la dacha de Galapagar no da. Ni para la gasolina cuando se acaben los escoltas/chóferes. Dos años pasan mucho más rápido de lo que se cree.