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Perro come perroAntonio R. Naranjo

Va a ser peor de lo que creíamos

El Parlamento no se ha constituido y ya vemos las primeras tropelías. Y es solo el comienzo

No se ha constituido el Parlamento siquiera y ya estamos viendo cómo será la segunda parte del sanchismo, si logra perpetuarse de la única manera que puede hacerlo: darle a todo el mundo lo que le pida, a sabiendas de que cada una de esas concesiones es incompatible con la idea de España que cabría pedirle al presidente de un Gobierno de España.

Ese oxímoron político ya de inicio lo dice todo: en un país normal, a ningún perdedor se le ocurriría intentar siquiera mantener la Presidencia por el método de debérsela a quienes tienen, como principal y único objetivo, destruir a ese país.

No existe la «mayoría social» ni el «bloque de progreso» de los que habla Sánchez, sino una Unión Temporal de Enemigos de España a la que él, en su infinita codicia, está dispuesto a servir a cambio de un beneficio estrictamente personal.

Por mucho perfume que la Pedrete mediática le eche al vertedero, el hedor no se disipa: nadie espera que Otegi, Junqueras y Puigdemont se conviertan, por arte de magia, en grandes patriotas al servicio de España; luego cabe concluir que si escogen a Sánchez es para convertirle en su chico de los recados separatistas.

Y los recados ya han comenzado, con el mismo impudor característico del Sánchez de siempre: ni siquiera se ha conformado la Mesa del Congreso y ya se habla con ligereza de aprobar una amnistía, inventarse algo parecido a un referéndum, condonar la deuda de Cataluña, elevar el autogobierno nacionalista hasta convertir cada región en una especie de República federal o desmembrar la justicia y la agencia tributaria.

Incluso se ha atacado ya a la Sala de Vacaciones del Tribunal Constitucional para defender, con la Fiscalía movilizada, a un prófugo en cuyas manos está la cabeza de Sánchez: para el Gobierno en funciones, merece más respeto un golpista huido, que esta misma semana ha insultado al Rey y defendido otro referéndum contra la Monarquía; que los magistrados responsables de preservar la Carta Magna.

Sin haber arrancado, pues, ya sabemos cómo será la legislatura de demolición definitiva de la convivencia, el orden constitucional, la alternancia democrática y las líneas rojas conocidas y aplicadas desde 1978: una sucesión de exigencias inaceptables, a cual más insensata, injusta e ilegal; y una catarata de concesiones infumables, adornadas por eufemismos retóricos para disimular la infame sumisión.

Y esto solo cambiará, dando a España la posibilidad de volver a las urnas en otras Elecciones Generales, si al loco de Sánchez le mejora el loco de Puigdemont: el primero es capaz de todo, incluso de buscar el voto de Txapote, Daniel Sancho o Jack el Destripador si de ellos dependiera su investidura.

Pero el segundo quizá se lo niegue movido por la pulsión más íntima de los de su especie: ningún pirómano renuncia a un buen fuego cuando tiene en la mano un bidón de gasolina y una caja de cerillas.