La sombrilla verde
Nunca nadie ganará una batalla sobre qué tierra es mejor. No convencerás a uno del norte de que en el sur se está mejor, y viceversa
El verano es tiempo de descanso, de desconexión, de reflexión, de familia y de tradiciones. Puede que tengas cuatro semanas de parón en el trabajo, pero siempre guardarás al menos una para esas cosas que siempre haces en verano. Hay quien marcha a Gerona porque sus padres compraron hace años un apartamento allí, otros que van de visita a Segovia y otros que cruzan media península hasta llegar a Galicia por aquello de que la tierra tira. A mí la tierra que me tira está bien lejos, en el punto opuesto del país, donde dejo de pronunciar las eses y hasta se me olvida que me tocaba escribir para el día siguiente.
Nunca nadie ganará una batalla sobre qué tierra es mejor. La suerte de España es que tiene muchas y diversas regiones que podrían entrar en el podio, pero nunca convencerás a uno del norte de que en el sur se está mejor. Y viceversa. Cada uno tiene lo suyo y cada cual prefiere lo que ha visto desde que nació. Es ese sentir indescriptible que va por dentro y que suele resurgir en verano cuando se vuelve a los orígenes.
Los míos tienen forma de sombrilla. Pensar en vacaciones es pensar en esa sombrilla que ha acompañado a la familia verano tras verano desde hace más de treinta años. La conocen amigos, abuelos, padres, tíos, hijos, sobrinos, nietos... quien quisiera encontrarnos en la playa sabía qué sombrilla debía buscar. Enorme, de lona verde de las que de verdad tapa el sol y con un palo de hierro blanco que todavía hoy se clava en la arena como el primer día. Lleva tantos años en la familia que ni siquiera sé si llegó ella antes o si lo hice yo. Tampoco sé quién resiste mejor el paso del tiempo: a mí me empieza a fallar una rodilla mientras que ella cuenta ya algunas varillas oxidadas.
Cuando falte será un drama familiar, pero ese día habrá llegado treinta años más tarde que el de cualquier sombrilla que puedas comprar hoy. Las cosas antes se hacían para que duraran generaciones y ahora para que aguanten la temporada, para que necesites una nueva el verano siguiente y tengas que pasar por caja para que el Estado se beneficie.
Todos tenemos una sombrilla verde que echaremos en falta en algún momento. Quizás para ti sea una lavadora que aguanta tempestades, una mesa de comedor en la que servía tu bisabuela o una casa de campo que reúne en vacaciones a 20 personas. Siempre hay algo que representa tus orígenes y quizás el verano exista para eso, para que no se te olviden y vuelvas a ellos al menos una vez al año.