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Post-itJorge Sanz Casillas

El derecho al topless

La libertad de Amaral para mostrarse desnuda es la misma que tenían las azafatas del Tour o la Fórmula 1 para trabajar en lo suyo, con el añadido de que estas últimas, además de un paraguas, solían llevar camiseta

Ser periodista y estar de servicio durante el puente de agosto te expone a dos circunstancias de lo más erosivas. La primera es ver las fotos de tus seres queridos con el agua por la cintura, que llegan al móvil sin que nadie les dé permiso. La segunda es escuchar en bucle los informativos de la televisión, que es una de las pocas formas de estar enterado de cuanto ocurre en el mundo, aunque sea poco.

En la mañana de este domingo, una de las noticias más repetidas fue el desnudo de Amaral en mitad de un concierto, una novedad exótica (que no erótica) para todo un 13 de agosto. Quienes trabajamos ayer en este periódico, que también es el tuyo, vimos su feminidad tantas veces como para acabar perdiendo el interés. Por dar una horquilla a lo Tezanos, nos encontramos con su figura entre cinco y treinta veces, por lo que podemos convenir, como dijo el escritor, que hay más de mí en las curvas de Amaral que en las de cualquier otra mujer, tal fue la ausencia de noticias este domingo.

Excepción hecha del calor, el argumento de Amaral para quitarse la ropa fue reivindicar la libertad de la mujer, «la dignidad» de su desnudez, su fragilidad y su fortaleza: «Porque somos demasiadas y no podrán pasar por encima de la vida que queremos heredar. Donde no tenga miedo a decir lo que pienso», dice su canción.

No seré yo quien limite la libertad de Amaral para quitarse la ropa. Ni siquiera el derecho de Yolanda Díaz y el feminismo excarcelador para subirse a esa reivindicación, pero la libertad de Amaral para mostrarse desnuda es la misma que tenían las azafatas del Tour o la Fórmula 1 para trabajar en lo suyo, con el añadido de que estas últimas, además de un paraguas, solían llevar camiseta.

Todo esto viene a cuento de lo contradictorios que son el neofeminismo y buena parte de la izquierda radical, cuyo concepto de la libertad es bastante hemipléjico. Tú eres libre para reivindicar la naturalidad del cuerpo femenino y los beneficios de la lactancia materna, que son incontrovertibles, pero te expones a la cancelación si se te ocurre contratar azafatas (por qué no azafatos) para según qué eventos. Es la España que nos hemos dado, una sociedad que cada vez reconoce con mayor dificultad los derechos del que tiene delante. Y casi siempre está el campo inclinado en la misma dirección, pues nunca se vio a una mujer entrar con jersey de cuello alto en una playa nudista, pero sí hemos presenciado asaltos a capillas en ropa interior, e incluso justificarlos desde el poder, nómina pública mediante.