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HorizonteRamón Pérez-Maura

Retrato de un gigante

No siendo la historia del papado de san Juan Pablo II, es imposible tener una visión completa de ese pontificado sin las aportaciones de Joaquín Navarro-Valls

El verano es un buen momento para poner al día lecturas que teníamos pendientes y una de ellas, que estos días más tranquilos me han permitido completar, es la de Mis años con Juan Pablo II (Espasa, Barcelona 2023) las «notas personales» pergeñadas por Joaquín Navarro-Valls durante sus años como portavoz –director de la Sala Stampa– de la Santa Sede. El libro te cautiva desde la primera página. Está escrito con una fluidez que capta la atención del lector de idéntica manera cuando se está narrando las disidencias de algunos obispos alemanes que cuando describe las vacaciones papales en los Dolomitas.

Navarro-Valls fue nombrado portavoz de la Santa Sede el 30 de noviembre de 1984 sin haberle consultado previamente si aceptaría el puesto. Pero el Papa sí le había preguntado por cómo podría mejorarse la comunicación de la oficina de Prensa y él le había hecho un informe. A partir de ahí Navarro-Valls se convirtió en una persona de la máxima confianza de san Juan Pablo II y estuvo a su lado hasta el fin de sus días.

Mi lectura del libro ha coincidido parcialmente con la JMJ de Lisboa. Yo no he estado nunca en una JMJ, pero recuerdo muy bien que la de Santiago de Compostela en 1989 coincidió con mis primeras semanas en la redacción de ABC y cómo junto a la tumba del apóstol, Juan Pablo II dio un mensaje que ha repetido Francisco en Lisboa a los jóvenes: «¡No tengáis miedo!» Porque la verdad nunca debe darnos miedo. La verdad nos hace más fuertes. Y a mí me consuela mucho ver que al menos hay un mensaje a los jóvenes que permanece inalterado entre ambos pontífices.

Sí recuerdo intensamente cómo el 10 de octubre de 1984 estuve en la plaza del Pilar de Zaragoza recibiendo al Papa Juan Pablo II que hizo escala en la capital aragonesa para rezar ante la Virgen del Pilar, patrona de la Hispanidad, antes de realizar una visita a América, que comenzaría en la República Dominicana, con el fin de preparar los quinientos años del Descubrimiento y Evangelización de América. Algo por lo que parece ser que ahora tenemos que pedir perdón. Recuerdo a mis 18 años, haber pasado esa noche de vigilia mariana ante el palacio arzobispal de Zaragoza. Apenas una cabezada en el suelo en la calle antes de despedir al Papa en la Plaza del Pilar al día siguiente. Ese episodio no aparece en el libro por ser anterior al nombramiento de Navarro-Valls. Y el libro tampoco es una historia del papado pues sólo recoge aquellos episodios que presenció el autor y sobre los que tuvo que trabajar con el Papa. Así que, se puede decir, que no siendo la historia del papado de san Juan Pablo II, es imposible tener una visión completa de ese pontificado sin las aportaciones de Joaquín Navarro-Valls.

El libro se editó a partir de sus notas personales cuando él ya había muerto y hay algunas cosas que sorprenden, como las referencias a «Europa del Este» cuando el Papa jamás aceptaba llamar a Polonia o Hungría así. Porque como él le dijo a Helmut Kohl con rotundidad, ésa era y es Europa Central. Sorprende ver eso en quien fue su portavoz. Pero el libro tiene un enorme valor por cómo describe la intimidad de un santo, su trato humano y la profundidad de su fe.

Y para dar más valor a mi recomendación muy positiva de este libro, termino con mi único encuentro con su autor que no fue positivo. Yo fui a Roma en el otoño de 2006 a hablar con Joaquín Navarro-Valls. De acuerdo con mi director en ABC, José Antonio Zarzalejos, fui a proponerle que volviera a escribir artículos de opinión en la que había sido su casa: ABC. Siendo corresponsal del diario en Roma le llamó el Papa a su lado. Terminada su etapa en la Santa Sede le proponíamos una nueva colaboración en los términos que él quisiera. Me dijo que «no» sin muchas explicaciones, pero con mucha amabilidad. Meses más tarde Navarro-Valls publicó su primer artículo en La Repubblica, que por los acuerdos internacionales de ese diario se reprodujo en El País. Claramente Navarro-Valls tenía una idea diferente de lo que él quería hacer en el terreno periodístico. Puedo discrepar de esa etapa final de su vida. Pero él pasa a la historia por otra labor mucho más relevante que aquellos artículos postreros. Gracias, doctor Navarro-Valls.