Voilá
Doña Lilith, también recordada en La Sorbona como «la zanahoria traviesa», «la carotte traverse», ha solicitado a la Mesa del Congreso de los Diputados que sean retirados de la Cámara Baja todos los retratos, bustos o documentos expuestos que tengan una relación directa con el Rey Don Juan Carlos I
De todas las personas que no he tratado ni conozco, la que más me interesa es Lilith Verstrynge, la Terremoto de Podemos. Me enamoran las mujeres de fuerte temperamento, dicción diáfana y sonrisa embaucadora. Para convencer no necesita enseñar tetas, gesto que aplauden algunas de sus compañeras. Tuve un amigo, algo trucha, que merendaba todos los jueves en Embassy con su madre y las amigas de su madre, todas ellas veteranas octogenarias. «Me encantaría presentarme un día a la merienda de Mamá con Miguel Bosé, pero no me lo han presentado». A mí me sucede lo mismo con Lilith. Colmaría mis ilusiones poder merendar con ella en el Dodin de Biarrtiz, entre otros motivos, porque estudió en La Sorbona y habla un francés perfecto, más de Jean Paul Sartre que de Roberpierre. Me conmueve la vehemencia de sus gestos, el tono de su voz y la firmeza de sus palabras. Es volcánica y sísmica, simultáneamente, y en la Sorbona sus compañeros le colgaron el apelativo de «la apasionada apasionante», que si no me equivoco se dice más o menos, «la passionné passionnant». Ha heredado el carácter belga-marroquí de su padre, y es el prototipo de la belleza española, pelirroja, de piel blanca, pecosa y cuando besa es que besa de verdad. También en La Sorbona le decían «Boquita de piñón», o lo es igual, «petit bouche de pignon», que le encaja perfectamente. Ascendió imparable hacia las altas responsabilidades de Podemos. Los peor intencionados afirman que se encaprichó de ella el macho alfa de la manada, harto de sus conversaciones nocturnas con Irene Montero. Y con su carácter y su arrojo, consiguió llevar a Podemos al borde de la extinción, que es el lugar en el que actualmente se halla. También en La Sorbona, faltaría más, los más allegados se dirigían a ella como «capullo de flor», es decir, «bouton de fleur», pero siempre con prudencia por temor a su temperamento. Y cuando se examinaba en ejercicio oral, sus profesores exclamaban entusiasmados al término de su prédica, «habla con una fluidez encantadora», «elle parle avec une fluidité extraodinaire, charmant».
No me creo el rumor de sus amores con el macho alfa, del que dicen tiene un corazón que no le cabe en el pecho, pero sí en cambio, puede acomodar muchas pasiones simultáneamente. Escribió el gran don José María Pemán que lo del corazón es un invento de los poetas. El corazón es un órgano insensible, y que donde se instalan las emociones, las pasiones, los deseos y las penas es en los intestinos. Pero que no queda bien declararse a una mujer diciéndole «yo te amo con todo mi duodeno, o te quiero con todo mi yeyuno». Y de ahí lo del corazón, ese recurso tan fácil. El hecho, ya olvidados el corazón, el duodeno y el yeyuno, es que el ascenso de Lilith en Podemos fue fulgurante, y el descenso de la representatividad de Podemos en la sociedad española, más fulgurante que su ascenso.
Ahora, para seguir ascendiendo-descendiendo, doña Lilith, también recordada en La Sorbona como «la zanahoria traviesa», «la carotte traverse», ha solicitado a la Mesa del Congreso de los Diputados que sean retirados de la Cámara Baja todos los retratos, bustos o documentos expuestos que tengan una relación directa con el Rey Don Juan Carlos I.
Esta chica es una desagradecida, porque la suciedad ingrata para solicitar tan injusta y desproporcionada medida, es de una porquería mental y política abrumadora. A Don Juan Carlos, el Rey que muy pocos entienden que le hayan obligado a vivir fuera de la España, es el que, con unos pocos más abrió España a la libertad. Con o sin retratos, con o sin bustos, con o sin documentos expuestos, está y estará siempre presente en todos los rincones del Congreso de los Diputados, y si Boquita de Piñón lo ignora, que pregunte a los diputados constituyentes que aún viven, o a los diputados que experimentaron la toma del Congreso el 23 de febrero de 1981.
Sucede que nos hemos olvidado de decir cómo llamaban también en la Sorbona a Lilith Verstrnge; «la tontita del culo», la «petit idiot de le cul».
Voilá.