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Pecados capitalesMayte Alcaraz

Si Vox y PP siguen así, Sánchez será eterno

Mientras nadie esté a la altura, todas las malas acciones de Pedro tendrán premio. Ayer cantó línea. Ahora quiere cantar bingo en la investidura, con la ayuda de Puchi, que sigue acercándonos a la ruptura de España

Ver ayer que Cristina Narbona era la presidenta de edad del Congreso me confirmó que el tiempo había pasado inexorablemente por la carrera de San Jerónimo y que se cerraba el círculo: el abandono de Narbona en 2013 del escaño obtenido dos años antes para marchar al Consejo de Seguridad Nuclear posibilitó que corriera la lista y Sánchez fuera diputado; lo demás ya lo conocemos bien. Escuchar hablar a la actual presidenta del PSOE de convivencia, respeto, Constitución, justicia e igualdad delante de la cara de cemento armado de Pedro Sánchez, bronceada por la brisa con que le ventila el amigo marroquí y la de La Mareta real me pareció un ejercicio conmovedor que mezclaba a partes iguales cinismo y candidez.

Narbona fue presidenta del Congreso por unas horas, tiempo que le sirvió para comerse diez votos del PP, una anécdota menor en una licenciada en Economía por la Universidad de Roma y esposa de Josep Borrell, que las echaba muy bien cuando fue ministro de Hacienda con Felipe González. Narbona nos llevó al pasado, hasta que asumió la tercera magistratura del Estado Francina Armengol, perdedora en las recientes elecciones autonómicas en su comunidad autónoma, Baleares, que ha sido gratificada por Sánchez, Puigdemont y Rufián. Más enternecedor que lo de Narbona fue escuchar estos días a analistas políticos poner en duda que el forajido de Waterloo le prestaría sus votos al presidente en funciones. Ni cálculos electorales, ni miedo a que le pase como a ERC, ni juego de tronos con Junqueras, aquí solo había una verdad: un delincuente declarado en rebeldía y su abogado investigado por narcotráfico no podían dejar escapar al presidente más débil y felón de la democracia, dispuesto a darles el manso a cambio de seguir durmiendo en el colchón monclovita y más que preparado para todas las concesiones destituyentes del régimen del 78: una ley orgánica de amnistía que nos dibuja como una dictadura ante el mundo y un referéndum para trocear España. Además, habrá una comisión de investigación sobre Pegasus o «las cloacas del Estado» y se aprobará el uso de las lenguas cooficiales en el Congreso y en las instituciones europeas, sin olvidar que asistiremos al momento en que se culpará al Estado del atentado islamista de Las Ramblas y Cambrils. Y lo que Puchi quiera: la degradación es absoluta.

Esa es una realidad lamentable. La segunda, y no menos grave, es que los votantes de la derecha en España tengan que seguir asistiendo a un juego de parvulario entre Vox y el PP, que condena a once millones de electores a ver cómo su sufragio –dividido y enfrentado– no sirve para nada práctico. Que Vox votara ayer en la Mesa a su propio candidato, Gil Lázaro, y no a la del PP, Cuca Gamarra, era un pasaporte directo a que Armengol y Sánchez ganaran. Si ambos partidos son incapaces de pactar la Mesa del Congreso, la mínima posibilidad de una investidura con éxito de Feijóo es ya un canto a la melancolía por mucho de que haya compromiso de apoyo de Abascal sin nada a cambio. El PP sin Vox vuelve a la casilla de salida: 137 diputados, más el de UPN y la de Coalición Canaria, que le llevaron a un pírrico resultado de 139 votos, impropio para la número 2 del partido, jugada fuerte de Feijóo que choca con la evidente fractura con Vox.

Ahora pasaremos a la guerra de culpabilidades. Con 33 escaños, tercera fuerza del Congreso, no era lógico que Vox se quedara sin estar en la Mesa de las Cámaras por la falta de voluntad de Génova, pero hay metas superiores por las que cabe trascender determinadas exigencias: si no, Sánchez será eterno gobernante. Murcia parecía una excepción después del resto de acuerdos autonómicos, pero, visto lo visto ayer, hay distancias insalvables que, si no se solucionan, tenemos sanchismo para largo y desde luego nuevas elecciones murcianas a la vista.

Mientras nadie esté a la altura, todas las malas acciones de Pedro tendrán premio. Ayer cantó línea. Ahora quiere cantar bingo en la investidura, con la ayuda de Puchi, que sigue acercándonos a la ruptura de España. De entrada, la nueva presidenta del Congreso, fundamental en las consultas del Rey para la investidura y en la tramitación legislativa, es una nacionalista camuflada de socialista, hoolligan del sanchismo, que miró para otro lado mientras prostituían a menores tuteladas por su Comunidad, fue pillada de farra en plena pandemia y ha optado por imponer el catalán en la sanidad balear a costa de priorizarlo sobre los conocimientos científicos de los médicos. Una presidenta «sensible», como pedía el prófugo, que ayer decretó que hablar en español en las Cortes es franquista y jurar o prometer el cargo, un anacronismo, cuando se puede hacer por Snoopy o por los pechos de Amaral.

Pues no vamos mal, así que PP y Vox pueden seguir jugando al escondite. Menos mal que ayer en Zaragoza una joven dama cadete española nos permitía mirar al futuro con alguna certeza. Algo es algo.