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Agua de timónCarmen Martínez Castro

Gestionar las expectativas

Los populares y su líder tienen que lidiar este fin de semana con las consecuencias de una doble derrota: la aritmética y la moral

Cualquier manual de comunicación explica que en este mundo cada vez más irracional, no existe nada absoluto. Los éxitos y los fracasos lo son en función de las expectativas creadas previamente. Se pueden perder las elecciones y aparentar que se han ganado, como hace el Partido Socialista, o haber ganado las elecciones, pero sentir que se han perdido como le sucede al Partido Popular. Alguien debería haber aprendido esta implacable máxima de la comunicación política la noche del 23 de julio. Por eso resulta sorprendente que desde el Partido Popular se aventara el espejismo de situar a Cuca Gamarra en la presidencia del Congreso. Si esa hipótesis hubiera tenido un mínimo resquicio de credibilidad o una remota posibilidad de prosperar, lo lógico hubiera sido manejarla con un silencio sepulcral y rebajar las expectativas para magnificar la improbable victoria con el factor sorpresa. No ha ocurrido así y los populares y su líder tienen que lidiar este fin de semana con las consecuencias de una doble derrota: la aritmética y la moral. Desencanto sobre desencanto. Y esta vez ni siquiera pueden culpar al error de las encuestas.

La Constitución de las Cortes esta semana ha servido para definir claramente el panorama de esta nueva legislatura. Veremos aspavientos de todo tipo, declaraciones altisonantes, chantajes dramáticos que se retirarán en el último minuto, postureo y más postureo para acabar en lo de siempre. El irredentismo supuestamente insobornable de Puigdemont se ha disuelto a las primeras de cambio ante un gesto tan inane como la propuesta de convertir al catalán, el gallego y el vasco en lenguas oficiales de la UE. Entre las cesiones de Sánchez para seguir en Moncloa y el interés de sus socios por exprimir al máximo una situación que les favorece, Frankenstein seguirá su camino de frentismo y envilecimiento de la política española. El bloque del sanchismo sigue funcionando como siempre, a trompicones y con chapuzas de toda condición, pero así nos va a gobernar el tiempo que dure esta legislatura.

Los socialdemócratas decentes y los conservadores moderados añoran la gran coalición, el gran acuerdo de Estado entre PP y PSOE que tanto bien hubiera hecho a la política española, pero eso no dejará de ser una quimera mientras Sánchez siga al frente del PSOE. Por otra parte, ni Puigdemont ni ERC ni Otegui y mucho menos Sánchez, tienen interés alguno en repetir las elecciones. En cuanto al PNV y su peculiar sentido de la lealtad, menos cabe esperar de ellos a falta de unos meses para sus elecciones autonómicas.

Después del jueves todo está más claro: Sánchez será un presidente demediado por el chantaje constante de sus socios y Feijóo el líder de la oposición más poderosa que se ha visto en muchos años. Tiene un amplio grupo parlamentario hecho a su medida, un gigantesco poder territorial y la mayoría en el Senado. Con todo eso le toca desarrollar una labor de oposición implacable y eficaz contra el Gobierno de Sánchez. Eso pasa también por gestionar con acierto sus expectativas. Quien sabe hacerlo demuestra un conocimiento atinado de la realidad y ese es el requisito previo de cualquier estrategia de éxito.