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GaleanaEdurne Uriarte

El beso criminal

Medio país persigue a Rubiales por su ordinariez mientras calla ante el abierto ataque al Estado de derecho y a la Constitución que está llevando a cabo Pedro Sánchez en la negociación con Puigdemont

En esto del feminismo fanático y mojigato no somos los únicos ni los primeros. Nos supera, por ejemplo, lo del ministro de Defensa británico Michael Fallon, obligado a dimitir en 2017 por haber puesto la mano en la rodilla de una periodista 15 años antes. Entonces como ahora se mostró que el feminismo revolucionario e igualitario de las pioneras del siglo XIX ha degenerado en importantes sectores, básicamente izquierdistas, en una visión retrógrada de la mujer desigual, asexuada, débil y necesitada de protección. Por lo que Yolanda Díaz puede toquetear como le plazca a Pedro Sánchez para celebrar la votación de la mesa del Congreso, con camiseta de tirantes incluida para rematar la vulgaridad, imaginémoslo al revés, pero Rubiales tiene que dimitir por celebrar con la misma chabacanería que Yolanda. Y con exigencias de dimisión de la propia vicepresidenta conocida por su afición a los manoseos no solicitados, sobre todo a los hombres.

Hay otros asuntos muy preocupantes en la trayectoria de Rubiales, básicamente, los gastos no justificados con dinero de la Federación, pero que se le exija la dimisión por este beso muestra el preocupante estado de nuestra moral pública, no solo del feminismo. Con feminismos como estos, tan anclados en la vieja mentalidad de la mujer débil y vulnerable, pierdo la esperanza de que seamos realmente iguales algún día. Y lo de nuestra moral pública es igual de desolador. Resulta que el mismo Gobierno que lidera la presión para echar a Rubiales ha protegido y ha justificado hasta lo indecible a Irene Montero, la ministra responsable de una ley que ha rebajado condenas o excarcelado a cientos de violadores. Es decir, que para nuestra izquierda es mucho más grave el beso de Rubiales que excarcelar violadores por la ignorancia de una ministra que no sabe hacer una ley. «Es el feminismo», celebraba anteayer una columnista de la extrema izquierda. Pues no, señora, no, será su feminismo, el fanático y sectario, el que persigue besos mientras justifica leyes que excarcelan violadores.

Pero aún es peor lo de nuestra moral pública. Medio país persigue a Rubiales por su ordinariez mientras calla ante el abierto ataque al Estado de derecho y a la Constitución que está llevando a cabo Pedro Sánchez en la negociación con Puigdemont. Ni siquiera cabe argüir que la negociación sea secreta y desconozcamos los pactos, porque el propio PSOE afirma que lo tiene hecho, mientras que Junts cuenta las condiciones del pacto, las dos inconstitucionales y gravísimos ataques a nuestro Estado de derecho. En la línea, por otra parte, de otras fechorías políticas del pasado y que han suscitado la misma indiferencia o abierto apoyo de los que ahora se escandalizan por el beso de Rubiales.

En España, usted puede poner las instituciones del Estado en manos de un delincuente prófugo de la justicia, que, además, afirma públicamente su desprecio y rechazo a España, su Constitución y sus leyes, y puede reírse de eso de la igualdad de los españoles ante la ley, que no le pasa nada. Puede pactar con quienes justifican el asesinato y la persecución, que tampoco se lo van a tener en cuenta. Al contrario, le hacen presidente del Gobierno, y bajo el entusiasmo de los del feminismo fanático. A estos lo que les escandaliza es el beso criminal de Rubiales.