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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

El aceite de Junqueras y Rubiales

ERC y Junts, los aliados imprescindibles, exigen la libertad para cuatro CDR que atentaron contra la Vuelta a España. La izquierda, ni palabra, sigue con el beso…

Estoy pensando en iniciar los trámites para intentar que me acojan en algún centro agradable y tranquilo, donde puedan tratar mis crecientes problemas de «salud mental», como se dice ahora. El último ejemplo de que algo no opera bien en mi azotea es que me parece bastante más grave que unos salvajes atenten contra la Vuelta Ciclista a España, poniendo en riesgo físico a los ciclistas, que el famoso beso del chabacano Rubiales (por cierto, denunciado por la supuesta agredida tres días después de los hechos, por no hablar de que en el momento del gravísimo abuso sexual aupaba encantada y riéndose al supuesto acosador federativo). Huelga decir que el ministro del que dependen los Deportes, Iceta, dirigente nacionalista del PSC, se ha inflado a hablar y subir tuits airados contra Rubiales, pero no ha encontrado un minuto para denunciar a los salvajes independentistas que atacaron en Cataluña a los ciclistas y a la histórica ronda española.

Celebro que Rubiales haya caído, por la turbidez que lo rodeaba ya antes del sucedido con Jenni Hermoso y porque su comportamiento en la final del Mundial femenino no estuvo a la altura del civismo que demandaba su cargo, empezando por el alarde paquetero a la vera de la Reina. Pero estoy tan mal de la chaveta que creo también que lo de Rubiales no es tan grave como el hecho de que un violador haya recibido gracias penales por obra de una dirigente fanática y lega en leyes, Irene Montero, y que el delincuente premiado por la torpeza de la todavía ministra de Igualdad haya reincidido nada más salir. ¿No supone eso un gravísimo ataque a las mujeres? ¿No es peor un intento de violación que un beso? ¿No tendría que estar Montero en su casa incluso antes que el calvo federativo?

La Vuelta Ciclista España ha hollado este año la Tierra Prometida Identitaria, y eso no puede ser. Así que a los CDR, que como diría Arzalluz agitan el árbol para que las autoridades separatistas recojan las nueces, se han puesto a trabajar. La joven cantera de terroristas subvencionados planeaba esparcir 200 litros de aceite de motor por carreteras ilerdenses por donde iba a circular el pelotón. La Policía Nacional ha detenido a cuatro de los delincuentes que estaban en ello.

No fue el único atentado de estos días contra la Vuelta Ciclista a España a su paso por Cataluña. El domingo, la cantera independentista sembró la bajada de un collado con puntas clavadas en piezas de plástico. Pincharon las ruedas de quince corredores, de nacionalidades varias. Pero pudo ser peor, como ha denunciado con dolorida ironía el ciclista Juan Ayuso, nacido en Barcelona, que pinchó tres veces: «Muchas gracias a esas personas por poner clavos para matarnos».

Sembrar con aceite y con clavos las carreteras por donde va a pasar un pelotón de ciclistas en plena competición es una barbaridad. La acción es doblemente asquerosa: en primer lugar, porque pueden provocar un accidente incluso mortal; en segundo lugar, porque refleja un pensamiento supremacista, por el que nada que huela a español puede dejarse ver en Cataluña, a pesar de que la región siempre ha formado parte de España y de que la mayoría de sus vecinos quieren que siga siendo así.

¿Y cuál ha sido la reacción de ERC y Junts, los partidos a los que corteja Sánchez para intentar ser investido tras perder las elecciones? El golpista Junqueras, indultado por Sánchez tras una condena de 13 años de cárcel, ha dicho que la detención de los cuatro animales de los CDR muestra que «la policía española actúa contra los derechos fundamentales y los derechos humanos». Además ha pedido su liberación inmediata. Por su parte el partido de Puigdemont, por boca de la corrupta condenada Laura Borràs y el golpista condenado Turull, han denunciado las cuatro detenciones como «propias de regímenes autoritarios y caducos», pues «protestar no es un delito».

Es decir, para esta recua de ultras (estos sí lo son), atentar contra un pelotón en una prueba deportiva supone un «derecho fundamental». Lo más lacerante es que políticos y partidos de tan infame catadura moral son los socios necesarios a los que adula el presidente en funciones y líder del PSOE. Mientras se pone estupendo con el caso Rubiales y ordena que se hable de él de sol a sol en su aparato mediático, resulta que Sánchez no encuentra ni una palabra de condena contra el ataque a la Vuelta Ciclista a España a su paso por Cataluña. Eso no es grave, ni siquiera reprobable, por una razón sencilla: no se puede molestar a aquellos de quien depende tu sillón, por muchas salvajadas que hagan. Ay, el PSOE…

Y al fondo de la escena, el soñoliento pueblo español, siempre perfectamente anestesiado por las televisiones de guardia, que compra la narrativa gubernamental y se pasa el día a vueltas con Rubiales, pero ni se entera de que los socios necesarios de Sánchez han querido cargarse la Vuelta a España y a sus deportistas.

Esto se está poniendo de emigrar a Oslo…