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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Pocos niños

Las calles están abarrotadas de niños, en el Zoo de Santillana, cuando se abren las puertas, los leones, las panteras y los osos se esconden en sus cuevas y chozas para escapar de los gritos de los niños, en Cabárceno los tigres huyen despavoridos de los niños, y de las playas, han desaparecido las medusas

Leo con preocupación que España se está quedando sin niños. Que sólo el 3,9 por ciento dde la población tiene menos de cinco años. Debo añadir que a la preocupación incorporo la duda. Si sólo el 3,9 por ciento de la población tiene menos de cinco años, el 3 por ciento como poco, veranea en Comillas. El 90 por ciento de los matrimonios con hijos menores de cinco años veranean en la comarca en la que habito. Niños por aquí, niños por allá, niños por acullá, gritos, llantos, y advertencias de castigo de muchos padres que no tienen ni idea de educar a sus hijos. Aquí han llegado los chaparrones previos al otoño y la temperatura ha descendido. Los padres están desconcertados porque no saben qué hacer con los niños. Durante la larga temporada de calor – se han superado los 41 grados-, los padres cambiaron el sentido del castigo. «Si no os calláis, mañana vamos a la playa». Y los niños, horrorizados ante un día más de playa, dejan de gritar durante cinco minutos.

En las iglesias, los sacerdotes no se hacen entender en las homilías dominicales –lo cual, en cierta medida, es una ventaja- por los llantos y berridos de los niños, que colonizan los templos con toda suerte de cachivches. En la iglesia de Ruiloba, un niño muy rubio y una niña más rubia todavía –aquí se valora excesivamente a los niños rubérrimos- competían, mientras el sacerdote oficiaba, en una interesante carrera de triciclos. Los fieles, en su mayoría, animaban al niño, que tocaba el timbre para que éstos se apartaran y dejaran libre la pista, pero mi favorita era la niña, magistral en las curvas para no colisionar con las piernas de los afligidos creyentes. Y en el club social, cuyos miembros en un 97 por ciento proceden de Madrid, Sevilla y Barcelona, un grupo de padres activos y misericordiosos, han organizado toda suerte de fiestas para los millones de niños que allí se reúnen. Fiestas de padres e hijos, de abuelos y nietos, de tíos abuelos y sobrinos nietos, de cine para niños, campeonatos de fútbol, tenis, pádel , bolos y natación para niños. Los niños se han apoderado de la barra y el salón de los mayores, y algún socio veterano se ha visto obligado a saltar la barra y refugiarse en la zona de los camareros para no sufrir agresiones infantiles. Todos piden vasos de agua, patatas fritas y una bebida asquerosa que denominan «indios». Las calles están abarrotadas de niños, en el Zoo de Santillana, cuando se abren las puertas, los leones, las panteras y los osos se esconden en sus cuevas y chozas para escapar de los gritos de los niños, en Cabárceno los tigres huyen despavoridos de los niños, y de las playas, han desaparecido las medusas. He oído que el año que viene se organizarán campeonatos de pesca de medusas con esquileros de mango largo, con barbacoa posterior y charlas en torno al fuego con el tema general «Nos estamos quedando sin niños».

Porque aquí, en la comarca comillana, los jóvenes matrimonios no tienen un hijo, o dos, o tres. Lo mínimo que presentan son cinco niños, a los que hay que sumar los amigos de los cinco niños que se traen de mochila. De ahí, que solicite a los expertos en natalidad y demografía que se den una vuelta por aquí, porque creo sinceramente que están equivocados. O están equivocados ellos, o los niños españoles menores de cinco años, han decidido juntarse en esta zona usando los ingenios tecnológicos de sus padres, que no se enteran de nada.

Son millones.

PD. Mi artículo «Sotomillas o Comigrande» ha molestado , como es habitual, a varios veraneantes en Sotogrande. Uno de ellos, llamado Álvaro González Césped, o González Parterre, o González Verde, que en Sotogrande es A por C – A por Consorte-, además de embarrarse en charcos muy dolorosos para mi persona, y casado con una gran señora, Ana Sáinz de Cashmere, se ha sentido herido cuando yo, desgraciadamente, no sabía de su existencia. Le deseo pase sus últimos días de vacaciones con felicidad y provecho.