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Post-itJorge Sanz Casillas

El aire acondicionado es machista

En efecto, al aire acondicionado le ocurre lo que a muchos hombres: que son machistas hasta que se demuestre lo contrario. Hagas lo que hagas, estás perdido para la cofradía del puño morado

El 31 de julio de 2020, cuando todavía morían españoles por decenas a causa del covid, una concejala de Podemos en Alicante nos descubrió que el aire acondicionado es una expresión más del patriarcado hegemónico. Lo dijo muy convencida: «Por esta zona estamos congeladas de frío –dijo en mitad del pleno, señalando el escaño que ocupaba–. Esto también se llama micromachismo». Al oír los primeros rumores de sorpresa, añadió: «Luego se lo explico si quieren».

En efecto, al aire acondicionado le ocurre lo que a muchos hombres: que son machistas hasta que se demuestre lo contrario. Si lo enciendes fuerte, serás machista por no tener en cuenta que las mujeres, según algunos estudios, tienen las extremidades más frías que los hombres (aunque para ello habría que definir qué es una mujer, pues todavía no hay consenso dentro del neofeminismo). Por contra, si aflojas el aire acondicionado estarás forzando a esa misma mujer a quitarse capas de ropa, para recreo y disfrute de los varones que pueda tener cerca. Hagas lo que hagas, estás perdido para la cofradía del puño morado: eres un machista.

Viene esto a cuento de las manifestaciones contra Luis Rubiales, que fueron mucho más numerosas que las que hubo por el precio de la luz, el gas o los beneficios a violadores y pederastas por el ‘solo sí es sí’. Aunque el expresidente de la Federación encaja en el arquetipo del machista y el zafio, hay una desproporción evidente. Y también una torpeza, pues si hay un marco que le conviene a Rubiales es el debate penal, porque mientras se debaten matices legales, el consentimiento o el festejo del autobús, desatendemos casi todo lo demás. Es decir, cuanto más se discute en el campo de lo procesal menos atendemos el marco moral y lo injustificable que resulta llevarse la mano al mazapán y pedirle «un piquito» a una subordinada. Por no hablar de todo cuanto ocurrió antes de que el beso nos distrajera de su ejecutoria anterior, como hacer negocios con un futbolista en activo o indexar parte de su retribución a la presencia o no de Madrid y Barça en la Supercopa de Arabia.

Otra cosa es que al feminismo excarcelador le convenga la desaparición de Luis Rubiales, que tengo mis dudas, pues en política siempre se vive mejor contra a alguien que a favor de algo. La existencia de personajes como el expresidente de la Federación, que es capaz de organizar fiestas con chicas en edad de aprender a conducir, justifica para muchos la existencia de un ministerio onerosísimo y subvencionador, aunque no haya sabido contener las cifras de violencia contra la mujer previas a su constitución.