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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Que no, Sánchez, que no

Has perdido las elecciones, tu poder autonómico se ha quedado en el chasis y vas a intentar montar la coalición más retrógrada que quepa imaginar

Que no, Sánchez, que no. Que no has ganado las elecciones, las has perdido. Que de «progresista», nada, porque aceptas las desigualdades por razones de lugar de nacimiento y te has esposado a lo más retrógrado y radical del panorama. Que no, Sánchez, que no nos llevas a ningún horizonte «de progreso», sino a un país más endeudado, más pobre, más dividido y más encabronado. Que no, que las palabras España y Constitución rechinan en tu boca, porque vas a sacrificarlas en el mostrador de la casa de empeños de los separatistas. Que no, Sánchez, que Rubiales no viene de Marte: es hijo de un alcalde del PSOE, simpatizante vuestro y fue tu chico en el fútbol hasta anteayer, porque nunca te importó el cieno que lo embadurnaba.

Por imperativo laboral, pues soy capaz de imaginar pasatiempos más amenos y productivos en la mañana de un sábado, he seguido tu mitin de Málaga. Camisa rosa pálida, buen color tras la gira canario-marroquí, vaqueritos embutidos y un tono de gran euforia, aguerrido y extremadamente duró con el partido ganador (los tachas de «mentirosos», ¡tú!, el gurú del género).

Entiendo tu júbilo, del mismo modo que se entiende el bajón anímico que arrastra tu oponente. Tras el repaso que recibiste en las elecciones de mayo te veías en la UCI. Pero la jugada de colocar las generales en plena trampa de la canícula de julio te salió fetén (y más con una derecha torpe que anduvo a bofetadas, en lugar de construir una alternativa clara, unida y bien argumentada contra ti y el problema que representas).

Pero tu euforia es de cartón piedra. No eres el campeonísimo político que impostas. Eres un mandatario débil y en apuros, que baila y bailará en el alambre. Hoy las comunidades autónomas gestionan el grueso de la vida cotidiana. Y tú ahí no pintas nada. En las elecciones de mayo te quedaste en el chasis, sin una sola de las regiones de más peso. Y en las elecciones de julio fuiste de nuevo derrotado, aunque te pavonees como si hubieses rubricado una boyante mayoría absoluta.

En el mitin de Málaga prometes «un Gobierno de progreso para España». No. Será un nuevo Gobierno regresista y contra España, que liquidará la igualdad, en teoría bandera suprema de la izquierda. ¿Qué hay de «progresista» en implorar el plácet de un prófugo acusado de un golpe contra España, el país que presides? ¿Qué hay de «progresista» en cepillarte la Constitución para que un peón puesto ahí por ti fuerce una «amnistía» que es inconstitucional?

Que no, Sánchez, que más de la mitad de los españoles no te soportan. Guisarás una sopa de letras con partidos que sienten asco hacia España, aunque el precio sea desguazar el país. Te podrán condiciones imposibles, que solo un presidente felón aceptaría, y tú harás todas las contorsiones legales que haga falta, confiando en que tus lavados de cerebro televisivos te garantizarán una vez más las tragaderas de buena parte del soñoliento pueblo español.

Que no, Sánchez, que no irás lejos. El tinglado reventará en dos o tres años. ¿Y cuál será tu legado? Un país donde habrá ciudadanos de primera y de segunda, donde vascos y catalanes irán camino de convertirse en estados asociados; donde la obra de reconciliación y cordura de la Transición yacerá rota; donde lanzaréis la cacería final contra el Rey, porque supone un estorbo para las aventuras de una izquierda de entraña autoritaria.

Un país endeudado hasta las cejas, nada atractivo para los inversores, donde se primará la subvención peronista y se desconfiará del trabajo duro y la creación de empresas y riqueza. Una España menos libre, donde los mandamientos de la izquierda y el corsé de la corrección política más intrusiva se convertirán en pautas obligatorias. Donde pronto llegará algún tipo de vuelta de tuerca contra las minorías políticas, contra la libertad de prensa y, por supuesto, contra la fe católica, pues no hay nada más hermosamente libre que un creyente católico, como bien sabían Chesterton, Newman y tantos otros.

Te paseas gustándote y con sonrisa de ganador. Pero algunos solo vemos a un amoral que cuando hubo de elegir prefirió su ego a su país. Un maniobrero extraordinario. Puede ser. Pero un gobernante lastimoso.