Fundado en 1910
Cosas que pasanAlfonso Ussía

Sigo a la espera

Con la cantidad de asesores gorrones y beneficiados por el dedo –no va con segundas– que tiene en su entorno el ministro bailón, no es aceptable confundir a una Ivana «influencer» con una Ivana futbolista

Llevo más de una semana leyendo como un empollón el Boletín Oficial del Estado. Y sigo a la espera de la gran noticia. La concesión de la Medalla de Oro de la Orden del Mérito Deportivo a mi humilde persona. Creo que no la merezco, pero eso de los merecimientos es completamente prescindible. Adjunto mi palmarés deportivo. Formé parte, como suplente, de un afanoso equipo de fútbol que consiguió en la temporada de 1967/ 1968 el octavo puesto de la clasificación en la Liga de Bares de la provincia de Madrid. Mi equipo lo patrocinó el bar Saint Cyr, sito en un chaflán entre las calles de Velázquez y Ayala. Su propietario, el agente de Cambio y Bolsa Ignacio Aguilar Otermin, nos financiaba el equipamiento, los balones y alquilaba el estadio del Plus Ultra, en la Ciudad Lineal, para competir. Marqué dos goles en tres años. El entrenador me tenía bastante «gato» y alineaba de titular a Ñaco Aguilar, hijo del presidente, buen jugador, pero menos ratón del área que este servidor de ustedes. Individualmente éramos los mejores, pero el entrenador no supo sacarle jugo al gran fruto que tenía en sus manos. Mis hermanos Ignacio, Jaime, Javier, Gonzalo y Álvaro eran titulares, al contrario que yo. El entrenador justificaba mi suplencia en mi inquebrantable actitud de no correr en pos de los balones inalcanzables, pero mi juego se adelantó al que hizo famoso a Netzer. En tenis, logré pasar en dos ocasiones la primera ronda del Torneo Vasco-Navarro en el Real Club de Tenis de San Sebastián. En Mixtos, llegué a los octavos de final con Esperanza Aguirre de compañera, y lo mismo haciendo pareja con Isabel Londáiz Churruca, descendiente del gran marino guipuzcoano. Y vencí en Comillas, ya casado, en el Primer Torneo de Canicas Sobre Grava.

El Gobierno de España ha concedido con todo merecimiento a las jugadoras que han ganado el Campeonato del Mundo de fútbol femenino, la Medalla de Oro de la Orden del Mérito Deportivo. Dejo aparte los tristes pormenores que tanto han enfrentado a la sociedad española. Y en el B.O.E. han publicado la relación de las futbolistas condecoradas, entre ellas, Ivana Icardi. Tengo entendido que Ivana Icardi no participó en el Mundial, entre otros motivos, porque ignora que los balones de fútbol son esféricos y no cuadrados. Pero el B.O.E. ha considerado que merece la medalla. Esta chica es lo que ahora se llama «influencer» y se hizo famosa en un programa de televisión. El B.O.E. pretendía premiar a la futbolista Ivana Andrés, que sí compitió y ganó el Mundial, pero el ministro Iceta se equivocó y ha condecorado a la «influencer». El Boletín Oficial del Estado se equivoca en pocas ocasiones. Memorable la publicación del nombramiento de don Federico Carlos Sáinz de Robles como «presidente del Consejo del Joder Judicial». De ahí, que con toda modestia y a sabiendas de las escasas posibilidades que cuento con ser distinguido, reclame para mí la Medalla de Oro. He sido mucho mejor –y más completo– deportista que Ivana Icardi, que no ha hecho deporte en su joven y puñetera vida. Y si Iceta se equivoca a favor de ella, pienso que lo mismo puede hacer conmigo.

Con la cantidad de asesores gorrones y beneficiados por el dedo –no va con segundas– que tiene en su entorno el ministro bailón, no es aceptable confundir a una Ivana «influencer» con una Ivana futbolista. Lo que publica el B.O.E. va a misa, y a ver quién es el guapo que le retira a la «influencer» su Medalla de Oro por el Mundial. En ocasiones, la incompetencia, la ineptitud y las gamberradas de un Gobierno, se aprecian más en los detalles mínimos que en las traiciones máximas. Y no pierdo la esperanza de sentirme públicamente honrado con mi merecida Medalla de Oro al Mérito Deportivo.

Que aceptaré gustoso aunque tenga que recibirla del próximo ministro de Cultura y Deportes, o ministra, que suena por ahí Ángela Rodríguez Pam, esa liebre en la pista.