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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

PSOE: Puchi es bueno; el Rey y Mariano, unos tiranos

Si Sánchez perpetra su amnistía, ¿qué le va a decir el mundo a España la próxima vez que los separatistas declaren su república?

La amnistía exprés está en marcha, por supuesto. Gente como la híper cargante portavoz del PSOE, Pilar Alegría, ya va dando a entender que lo que hace dos años les parecía una aberración jurídica y política ahora es chachi y pertinente, porque hay que «desinflamar» y porque es «el tiempo de la política» (es decir: de pasarnos las leyes por el arco del triunfo para que Sánchez no tenga que hacer una mudanza).

La mutación mental del PSOE sanchista, que en su día apoyó el 155 aunque fuese a regañadientes, conlleva lo que ellos con su cursilería habitual llamarían un nuevo «relato». ¿Y cómo queda ahora el cuento? Pues de esta guisa: Puchi era un valiente luchador por las libertades, la democracia y los derechos humanos, que cuando buscaba la liberación del Pueblo Elegido -léase el catalán- fue reprimido por un bellaco llamado Mariano, que envió a unos guardias violentos, peludos y españoles a repartir porrazos en la seráfica fiesta del «derecho a decidir». Así que lo que procede es devolverle a Puchi El Libertador la gloria y el honor, perdonándoles a él y a todos sus cómplices los delitos que cometieron contra la legalidad española, degradada a un calcetín al que se le puede dar la vuelta si así conviene al nuevo autócrata Sánchez I.

Si se procede a borrar por completo los delitos de los que están acusados Puigdemont y sus cómplices, el corolario inevitable es que la acusación fue injusta. Los jueces, los fiscales, el Gobierno español de entonces, el propio PSOE y el Rey se habrían equivocado gravemente al perseguir a los buenos de los golpistas. Por obra de Sánchez, la Justicia será corregida para restituirle su honra a Puchi El Libertador, en lo que supone una intromisión bananera del poder Ejecutivo en el poder judicial. Por supuesto el Rey Felipe VI, que en 2017 dirigió a la nación un contundente discurso llamando a frenar los flagrantes delitos que estaban cometiendo los entrañables Oriol y Puchi, también será enmendado por Sánchez con la amnistía. No caben medias tintas: si hay que amnistiar a toda leche a los golpistas de 2017, quiere decir que España era, como ellos sostienen, un Estado represor y que el Rey se mostró como un tirano al afear la conducta de los valerosos dirigentes separatistas antiespañoles.

En resumen, lo de la amnistía es política y jurídicamente como si el PSOE se hubiese comido un tripi y estuviese más flipado que Syd Barrett en una merendilla lisérgica. Pero es probable que acaben convirtiendo su delirio en realidad, a menos que los españoles nos espabilemos, cada uno en nuestro ámbito y posibilidades.

Las consecuencias del paso de Sánchez I serían demoledoras. Tras la amnistía, Oriol y Puchi se comportarán como unos zoquetes si no vuelven a organizar en breve otro golpe de Estado. Y es que esta vez nada los frenaría. Sánchez ha retirado el delito de sedición y los todos países que en 2017 apoyaron unánimemente a España frente al desafío separatista ahora se encogerían de hombros: «¿Qué quieren que le digamos a España, si su propio Gobierno ha amnistiado una acción idéntica e incluso ha cambiado el Código penal para que no sea delito?».

Este es el sendero minado en que nos pretende meter el ególatra fuera de control que dirige el PSOE. Pero cegado por los éxitos previos de sus marrullería, olvida que en España todavía perviven tres señales de stop: el Rey y el Ejército, que tienen el deber constitucional de defender la unidad de la nación, y el propio pueblo español, que aunque bastante anestesiado imaginamos que en una situación límite sabría despertar.