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Post-itJorge Sanz Casillas

Diccionario español-progre

Nos ha tocado vivir una época en la que acusan de rebelión a quien pide una respuesta cívica, pero no a quienes nos habrían abierto la cabeza con un adoquín de la plaza de Urquinaona de haber tenido la ocasión

Uno de los grandes logros de la izquierda en España, mucho más que controlar buena parte de las televisiones, es su dominio de la conversación pública: el marco, que dicen los tertulianos. La izquierda es capaz de anestesiar a todo un país con un beso en los morros, como ocurrió con el caso Rubiales, pero sobre todo tiene una gran capacidad para imponer su propio lenguaje, consciente de que nominar (dar nombre) es el primer paso para dominar (y marcar la agenda).

En la última legislatura hemos presenciado una completa inversión del diccionario. En estos cinco años se ha retorcido el significado de la palabra progreso hasta hacerla sinónimo de «todo aquello que conviene a la izquierda para su permanencia en el poder», incluso cuando esto suponga un retroceso de las libertades más básicas o consolidar la desigualdad entre españoles de la mano del nacionalismo más excluyente. Esta es la razón por la que, mucho antes que traductores de catalán, gallego y vasco, lo que el Congreso necesita es un diccionario del español al progre, y viceversa. Y para muestra, tres botones:

  • Nos hemos acostumbrado a que llamen golpista a José María Aznar pero no a Oriol Junqueras, que sí lo fue, gastándose además el dinero de todos. Es inaudito: vivimos una época en la que acusan de rebelión a quien pide una respuesta cívica pero no a quienes nos habrían abierto la cabeza con un adoquín de la plaza de Urquinaona de haber tenido la ocasión.

  • En segundo lugar, se tacha de machista a cualquiera que no comparta la doctrina enferma que, aspirando a «corregir el código penal de La Manada», ha beneficiado a uno de sus integrantes y a otro millar y medio de violadores y pederastas. Es decir, de acuerdo con el diccionario español-progre, machista es quien ve normal que haya más mujeres estudiando Enfermería que Ingeniería de Caminos, pero no quien mejora la situación procesal de sus depredadores.

  • Como tercer ejemplo de esta adulteración de lenguaje sirva la palabra homófobo, según la cual hay tres millones de españoles (los que votan a Vox, básicamente) capaces de empujar a las vías a dos lesbianas cogidas de la mano. Queda excluida de esta clasificación Dolores Delgado, que llamaba «maricón» a Marlaska en presencia de Villarejo y, en vez de ser corregida por su jefe directo (un tal Pedro), fue ascendida a Fiscal General del Estado.

Y ésta es una de las grandes peleas de nuestro tiempo: evitar que el lenguaje y el pensamiento único se impongan, sobre todo si es manifiestamente erróneo.