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HorizonteRamón Pérez-Maura

«¡Éste es tonto, tonto, tooonto!»

Su carrera política ha estado dedicada a acercar al PSE a los nacionalistas e independentistas vascos. Destruyendo a plena conciencia toda la labor de Nicolás Redondo Terreros y llevando sus ideas a una marginalidad dentro del PSOE que han hecho que a muchos apesebrados sanchistas les parezca lógica su expulsión

El gran diplomático Perico de Arístegui, fue un vasco cabal que murió asesinado en acto de servicio cuando era embajador de España en el Líbano en 1989. Un hombre que ocupó durante dos años (1980-82) el cargo de gobernador civil de Guipúzcoa en un momento en que aquella provincia era lo más parecido a un territorio en guerra que hemos tenido en España desde 1939. Pero eso era algo que no era preocupante para una persona de su determinación y de sus principios y que había sido embajador de España en Nicaragua entre 1977 y 1980 durante la guerra civil de aquel país. La guerra en la que se impuso el sandinismo en la persona de Daniel Ortega que sigue hoy en el poder. Pero esa es otra historia.

Perico era una persona temperamental, de reacción rápida y de gran inteligencia. Acertaba casi siempre en su análisis a primera vista de las personas que tenía ante él. Y cuando terminaba una conversación con alguien que le desesperaba por su falta de luces y éste ya no estaba ante él, se desahogaba ante sus colaboradores o su familia diciendo a voz en grito «¡Éste es tonto, tonto, tooonto!».

Sospecho que Perico no llegó a conocer nunca a Patxi Lópe pues éste tenía 21 años cuando Arístegui fue destinado a San Sebastián y López no era más que un activista de las Juventudes Socialistas de Vizcaya buscando un sueldo del que vivir. Pero López, que no se ha ganado un salario fuera de la política un solo día de su vida, ya apuntaba maneras entonces y ha jugado un papel relevante en el ocaso político de Nicolás Redondo Terreros dentro del PSOE. Dentro de vivir de los cargos públicos fue haciendo carrera y demostrando su incompetencia en diferentes ocupaciones. Se deshizo de Nicolás Redondo como secretario general del PSE. Con el apoyo del Partido Popular -del que López se avergonzaba-, consiguió arrebatar al PNV por una única legislatura en la historia de la autonomía vasca, la jefatura del Gobierno de aquella región. Aceptaron que la popular Arancha Quiroga presidiera la Cámara Vasca, pero después hizo enormes esfuerzos por demostrar que él gobernaba contra el PP al que debía su puesto. Como es lógico, tras este despropósito público, los vascos les dieron la espalda a ambos.

El 16 de marzo de 2011, siendo jefe del Gobierno vasco, López participó en el Foro ABC en el Casino de Madrid. Como era habitual le presentó la presidenta-editora de ABC, Catalina Luca de Tena, a cuya derecha se sentaría él durante almuerzo. El cúmulo de naderías y vaguedades de López en aquella intervención fue de tal calibre, que al terminar el acto comenté con Catalina si en el mano a mano le había dicho algo de interés y ella se limitó a responderme, encogiendo los hombros «Pero si éste es tonto…»

El resto de su carrera política ha estado dedicado a acercar al PSE a los nacionalistas e independentistas vascos. Destruyendo a plena conciencia toda la labor de Nicolás Redondo Terreros y llevando sus ideas a una marginalidad dentro del PSOE que han hecho que a muchos apesebrados sanchistas les parezca lógica su expulsión.

López ha ostentado la Presidencia del Congreso de los Diputados más breve de nuestra historia contemporánea y tampoco parece que su partido haya querido volver a ponerle en ese puesto. Ha presidido comisiones parlamentarias como la de Reconstrucción Social y Económica tras la crisis del Covid-19 cargo que ocupó de mayo a julio de 2020, tampoco fue gran cosa, y presidente de la Comisión Constitucional del Congreso de los Diputados de 2019 a la actualidad, con una muy agradable mejora de su sueldo. Mejora que debe a su fidelidad perruna a su jefe, lo mejor que se puede hacer cuando no se vale para otra cosa y lo que le ha llevado a ostentar la portavocía de los socialistas en el Congreso desde hace un año. Y por cierto, tiene delito su presidencia de la Comisión Constitucional porque es un puesto inmejorable para dinamitar ahora la Carta Magna.

López es el ejemplo perfecto de la rendición de posiciones, el que, igual que Sánchez, quiere olvidarse de sus compañeros muertos. Pero a diferencia de él, lo quiere hacer porque es un pobre hombre que no vale para nada. Ni para plagiar una tesis porque ni siquiera fue capaz de acabar su carrera. Si viviera Perico Arístegui y lo hubiera conocido estoy seguro que con su vozarrón le hubiese aplicado su sentencia de que «¡éste es tonto, tonto, tooonto!». Aunque admito que me entra la duda de si en estos tiempos de desesperanza y a los 96 años que estaría Perico a punto de cumplir, quizá le hubiera entrado un poco de mesura y hubiera recurrido a otra sentencia que empleaba de cuando en vez: «Éste es tonto desde que lo lavó la partera…». Pero no tan tonto como para dejar de vivir de nuestros impuestos mientras arrasan con la Constitución.