Fundado en 1910
HorizonteRamón Pérez-Maura

El discurso del odio del PSOE

Lo que nos mostró el debate de ayer fue muy duro para España. Tenemos una sociedad partida en dos. Y una de esas dos mitades carece del más mínimo principio. Todo vale para retener el poder. En los próximos cuatro años vamos a ver cosas que nunca creíamos que serían posibles

Llevamos semanas escuchando a diferentes portavoces socialistas hablar de que el discurso de Alberto Núñez Feijóo es el discurso del odio. Me parecía que era una afirmación que descalificaba al que la realizaba porque por más defectos que pueda tener Núñez Feijóo, creo que acusarle de promover el odio con sus discursos es inverosímil y cuando desde el PSOE le acusan de extremista y desde Vox de ser un socialdemócrata igual que los socialistas, quizá no lo esté haciendo tan mal.

El debate de ayer dejó dos conclusiones para mí importantes. La primera, que tal y como anticipábamos ayer en estas páginas, la soberbia cesarista de Pedro Sánchez le llevó a no responder a Feijóo y delegar en Óscar Puente. ¡Sánchez, que incluso replicó a Ramón Tamames! Y Puente contestó a Núñez Feijóo con una catarata de insultos y afirmaciones completamente ajenas al discurso al que se suponía que debía replicar. El problema para el portavoz accidental del PSOE era que el gran discurso pronunciado por Núñez Feijóo por la mañana no tenía réplica posible. Era un discurso que evidenciaba la «decadencia moral» de un PSOE completamente perdido. «El independentismo, pese a tener menos votos, se arroga la mayor influencia de la historia, porque los constitucionalistas hemos estado más desunidos que nunca. Sí, es verdad que hay menos protestas, pero ¿para qué se van a movilizar si obtienen de ustedes todo lo que quieren sin levantarse del sofá? ¿para qué van a salir a la calle si hasta –vicepresidenta mediante– van a buscarlos a su casa, por lejos que esté, a rendirles honores?»

Frente a argumentos así sólo cabía gritar y eso fue lo que hizo Puente. Sólo cabía replicar con el discurso del odio.

Cuando el candidato a presidente del Gobierno terminó su discurso poco antes de las 14,00, empezó a llegarme una cascada de mensajes en el teléfono. Citaré dos. El primero era de un letrado de las Cortes Generales que ronda los 70 años: «Un discurso de investidura de antología. El mejor de los que he oído desde 1979 en una sesión de investidura. Pasará a los anales parlamentarios a la altura de los mejores pronunciados en el Congreso. Te lo dice un aficionado avezado.» Y un embajador de España ya jubilado me decía: «Un discurso monumental. Extraordinario. Hoy ha tomado la alternativa y se ha consagrado como hombre de Estado.» Podría seguir, pero no merece la pena. Y a alguno de esos interlocutores le he escuchado en el último año críticas durísimas contra el PP de Feijóo.

Frente a esto, había que embarrar el terreno y hacer de su discurso del odio una bufonada. Hace falta valor para ser el portavoz de Sánchez y acusar a Feijóo de soberbio. Como bien le respondió a Puente el candidato, le van a hacer un expediente disciplinario en su propio partido cuyo secretario general es la encarnación de la soberbia. Decir que «el PP es esa gran familia retratada en Fariña» y repescar la foto que le hicieron a Núñez Feijóo en un yate sentado al lado de un traficante de tabaco que acabaría siendo narcotraficante, equivale a carecer de argumento alguno para responder al programa de Gobierno presentado por el candidato.

Lo que nos mostró el debate de ayer fue muy duro para España. Tenemos una sociedad partida en dos. Y una de esas dos mitades carece del más mínimo principio. Todo vale para retener el poder. En los próximos cuatro años vamos a ver cosas que nunca creíamos que serían posibles.