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GaleanaEdurne Uriarte

Un Gobierno contra la nación

¿Se puede sobrevivir a poner en cuestión el Estado de derecho y la unidad nacional? Lo dudo

Sería un buen ejercicio de pedagogía democrática poner en bucle las intervenciones ayer en el Congreso de las ultras Jordà (ERC) y Nogueras (Junts). Para visualizar hasta qué punto se ha degradado la democracia española bajo el peso creciente de los nacionalismos fanáticos y la apuesta del PSOE por ir de su mano. Porque España y su Gobierno dependen de lo que exigen estas dos ultras y sus partidos, que son los que ponen las condiciones: amnistía e independencia. Todo ello envuelto en ese discurso del nacionalismo xenófobo, insolidario e iliberal que desplegaron ayer con el habitual odio a los españoles. El colmo de esta degradación es que las ultras representan el cuarto y quinto partido de Cataluña, según los resultados de las pasadas elecciones.

Pero he aquí que el cuarto y quinto partido de Cataluña van a decidir el Gobierno de España, porque hay un líder, Pedro Sánchez, dispuesto a darles lo que pidan. Según lo que Carlos Herrera llama con ingenio el «equipo de natación sincronizada» de la prensa izquierdista, el acuerdo está hecho y Sánchez será presidente. Y no parece que su partido sea capaz de frenarle, por mucho que algunos de sus miembros sean conscientes de que ha instalado al PSOE en una enloquecida huida hacia delante de consecuencias imprevisibles, para España y para el propio PSOE. ¿Se puede sobrevivir a poner en cuestión el Estado de derecho y la unidad nacional? Lo dudo.

Pero la huida hacia delante empezó mucho antes de Sánchez. Empezó con Zapatero y su apuesta por unir el socialismo con los nacionalismos, en esa evolución común de toda la izquierda europea desde la vieja lucha de clases hacia el socialismo de las identidades. El nuevo socialismo identitario se construyó con la mentira paralela sobre una derecha opuesta a la diversidad, o el asombroso discurso de que uno de los sistemas más descentralizados del mundo y con mayor autonomía de sus regiones, el nuestro, sería contrario a la diversidad.

Por supuesto, esa apuesta socialista por el nacionalismo no ha hecho más que radicalizarlo, y lo que hace años era insatisfacción permanente, la de CIU o la del PNV, hoy es directamente la exigencia de independencia y el rechazo frontal a España. Con todo el nacionalismo embarcado en el discurso xenófobo e iliberal de las ultras Jordà y Nogueras. Algunos, arrastrados, como el PNV, y otros, la mayoría, con entusiasmo. Y con la degradación moral añadida de la unión socialista incluso a Bildu, con su apoyo al terrorismo incluido.

Se preguntan algunos si el PSOE será capaz de frenar antes de lanzarse por el precipicio de la amnistía y el referéndum. Pero es improbable que lo haga, porque está en manos de Pedro Sánchez, quien no solo carece de escrúpulos morales y de principios democráticos firmes, sino que está acorralado. Sabe que su partido lo echará, si no vuelve a ser presidente. Y unas nuevas elecciones son muy peligrosas para él. Porque no por huir del debate esta semana ha impedido que los ciudadanos sepan lo que ya ha pactado, la amnistía, que es con la que iría a esas elecciones.

Feijóo ha conseguido ser líder de la oposición, repetía regocijado el equipo de natación sincronizada estos días. Pues si es así, eso significa que Puigdemont, Junqueras y Otegi habrán conseguido poner a Sánchez al frente del Gobierno de España, o que tendremos un Gobierno contra la nación, contra la nación española.