Me quedo sin estadio
Borrar el nombre de Alfonso Pérez del estadio de Getafe por una reflexión es motivo de alta cautela. Vivimos en plena dictadura de lo políticamente correcto
Mi última ilusión, a la papelera. Me quedo sin estadio de fútbol con mi nombre. Mantuve, en el Debate del Estado de la Nación de Luis del Olmo, durante más de diez años a un gran club de futbol. El Spartak de Puerto Hurraco, con su entrenador, Floro Recatado, y su estrella, Bumba, delantero centro y gran rematador de cabeza con un extravagante defecto. Jamás pudo rematar porque no coordinaba el impulso del salto cuando Esquinas o Conejo, sus dos extremos, le colgaban el balón en el área. Los jugadores del Spartak sudaban la camiseta y besaban el escudo del club, pero la suerte nunca les acompañó. Perdieron todos los partidos que disputaron, a pesar de las mágicas estrategias de Recatado. De haber competido contra la Selección Española de fútbol femenino, podrían haber saboreado la miel de la victoria, pero las sindicalistas, nacionalistas y ardientes jugadoras aún no habían nacido. En la COPE, años más tarde, con Federico Jiménez Losantos, los geniales creadores del Grupo Risa, Echevarría, Miner y Hopper, crearon el himno. Protestó la Embajada de Costa Rica porque se tejió la letra sobre los sones del Himno Nacional de aquel querido y fraternal País. Letra emocionante. «Adelante y valor, Puerto Hurraco/ bella historia de un club pendenciero/ con nobleza, tesón y coraje/ aunque siempre perdamos seis-cero./ Aúpa Spartak,/ de Puerto Hurraco/ ¡Vaya chollo el de nuestro rival!/ las zagalas del pueblo que llenan las gradas/ nos tiran las bragas/ cuando nos ven jugar (bis)».
En 1991, con 43 años y una junta directiva de románticos, me presenté contra Ramón Mendoza a las elecciones presidenciales del Real Madrid. Alquilamos como sede electoral la frutería La Piña de Oro en la calle Marceliano Santamaría, que fue incendiada por los Ultra Sur. Tuvimos en contra –con alguna excepción– a todo el periodismo deportivo de Madrid, no guardábamos ni una peseta en la caja, y aún así, conseguimos el 44 por ciento de los votos. A Ramón Mendoza –me lo confesó él mismo, años más tarde, mientras disfrutábamos de un arroz en «Casa Benigna», le votaron centenares de socios fallecidos porque en sus cinco años de presidencia no se modificó el censo social. Fue el mayor triunfo de mi vida. Perdí con honra y ganó el Real Madrid, porque Ramón fue mucho mejor presidente de lo que yo ofrecía. El resumen no puede ser otro. Entre la fundación y mantenimiento del Spartak de Puerto Hurraco y mi digna derrota ante Ramón Mendoza, me creí merecedor a un estadio con mi nombre, pero me fue negada la gloria. En cambio, un buen jugador, nacido en Getafe, surgido de la cantera madridista y que terminó jugando en el Palanquetas de Barcelona, fue honrado y honró con su nombre el estadio del Getafe, de propiedad municipal. Pero la alcaldesa de Getafe, a consecuencia de unas educadas y sensatas declaraciones de Alfonso Pérez al diario El Mundo le ha quitado el nombre al estadio Alfonso Pérez acusando al buen jugador de machista. Las siguientes son sus palabras, que han causado revuelo de alitas histéricas en el sindicato de las chicas, el vestuario, el ultrafeminismo y el movimiento LGTBI. «A mí me hubiera gustado cobrar lo de Cristiano Ronaldo, pero no soy tan bueno. El fútbol femenino ha evolucionado, pero deben tener los pies en el suelo. Se gana lo que se genera. Y tienen que saber que no se pueden equiparar en ningún sentido con un futbolista hombre». Y claro, el sindicato político de la Putellas, la Hermoso y la Mapi León, se ha soliviantado con tan meridiana verdad.
He visto 15 minutos de fútbol femenino. Por desgracia en esos 15 minutos he contemplado lo mal que chutan Putellas y Hermoso en las penas máximas. Graderíos casi vacíos. Fútbol de patio. Y mucha arrogancia injustificada. Borrar el nombre de Alfonso Pérez del estadio de Getafe por una reflexión es motivo de alta cautela. Vivimos en plena dictadura de lo políticamente correcto. Y aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid y el Guadalquivir por Almodóvar del Río, como no hay estadio con mi nombre, me sumo a las medidas y educadas palabras de Alfonso Pérez. Si no generan riqueza –más bien al revés– que no pretendan cobrar lo mismo que Bellingham.
Y la alcaldesa, pues eso, una paleta.