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El astrolabioBieito Rubido

Si Tito Berni fuese del PP

España vive tiempos confusos, donde las perdices disparan a las escopetas, donde Tito Berni y Pujol andan por ahí y el capital de derechas sostiene el sistema mediático más desequilibrado que existe en Europa

Una de las hemiplejias que padece España es la mediática y con ella la doble vara de medir. Si la tropelía la comete algún personaje del centroderecha se hacen maratones televisivos y las redes, que cada vez están más manipuladas, se incendian exigiendo que la moderna inquisición condene a la hoguera al personaje en cuestión. Ahora bien, si el corrupto es de la izquierda extrema que hoy representa el PSOE, de los comunistas o de los independentistas, el asunto queda reducido a la heroica memoria de algunos digitales y a algún comentario matinal en la radio.

Fíjense si no en el Tito Berni. Un diputado socialista que utilizaba el despacho del Congreso para su tráfico de influencias, adobado todo ello con drogas y meretrices. Como en los ERE de Andalucía, donde además los condenados no entran en la cárcel. Mención aparte merece la saga Pujol. El viejo patriarca, que ha protagonizado el mayor de los escándalos de latrocinio de la España moderna, ayer azuzando a Puigdemont para que se ponga más farruco de lo que ya está. A ver, Pedraz, por dónde andas, que tanto se te despistan algunos sumarios. Seguro que si fuese del PP ya te hubiese advertido tu amigo Garzón de que la pereza no permite escribir libros como El fango del inhabilitado juez.

El centroderecha tiene un serio problema. Cuenta con algunos medios que pueden defender más o menos sus principios o valores, pero se encuentra huérfano total de cadenas de televisión que, con la vesania y constancia que caracterizan a algunos canales, aborden las cuestiones fundamentales del debate político.

A mí no me gusta darle lecciones ni a mi competencia ni a quienes no comparten mis ideas. Solo pido que respeten las mías y, además, hay que dejar que el enemigo se equivoque, incluso cuando lo hace contra el conjunto de la mayoría social de los españoles. Ayer un medio de la izquierda, aunque de propiedad rabiosamente capitalista y especuladora, tiraba las amnistías al peso para justificar la mayor felonía que a los demócratas se nos puede perpetrar en estos tiempos: borrar de la Historia el golpe sedicioso del 1 de octubre de 2017. La verdad es que falta finura en la elaboración de los argumentos.

Algunos juristas, de los que no se sabe bien qué prestigio les avala, echaron esas sentencias al peso en las que aparecía la palabra «amnistía». Ocurrió algo parecido en Ginebra, ante el Comité contra la Tortura. Los defensores de los criminales de ETA presentaron una comunicación contra España afirmando que en un buen número de sentencias se reconocía la práctica de malos tratos y torturas, todo ello recogido en 300 folios. Cuando uno de los ponentes, con paciencia franciscana y rigor de jurista, fue viendo una a una las sentencias aportadas, resultó que el noventa y nueve por ciento de ellas eran por separaciones matrimoniales, divorcios o discusiones conyugales, nada que ver con el tiro en la nuca que practicaron hasta ayer los hermanos de Bildu. Esto es lo que han hecho con la amnistía. Vale todo, hasta perder el prestigio y la honra. No me gustaría ser uno de esos magistrados que tenga que manchar su honor y carrera por la defensa de un aventurero.

España vive tiempos confusos, donde las perdices disparan a las escopetas, donde Tito Berni y Pujol andan por ahí y el capital de derechas sostiene el sistema mediático más desequilibrado que existe en Europa.