Aeroportúa
Dominar el francés en el XIX no era sólo una distinción cultural. Era imprescindible. Hoy lo es el español. Robar a los españoles su mayor riqueza, además de una barbaridad es una estupidez de aldea
Leo en El Debate –Roberto Marbán– que el Gobierno vasco reconoce que el idioma español puede desaparecer de las aulas en las provincias vascongadas. Una desgracia. Los jóvenes vascos perderán la oportunidad de hablar en el idioma de su país y compartirlo con más de 500 millones de personas diseminadas por el mundo. Seguirán hablando en español, pero con torpeza. Y dominarán el batúa, la reunión de los siete dialectos más los subdialectos de Vasconia. Una riqueza cultural formidable, impuesta y antinatural. Los vascos que querían comunicarse en sus dialectos vascuences lo hicieron siempre en plena libertad, pero todos, o casi todos, dominaban el español. Los vascos llegaron a América y Filipinas con el español como único instrumento de comunicación . Allí donde se reunían más de cien vascos, construían un frontón –todos se llamaban «Jai Alai», «Fiesta Alegre»– y celebraban los partidos en español. Entiendo que lo que voy a escribir a renglón seguido puede ser considerado ofensivo para los manipuladores de la sociedad vasca. Durante el franquismo, en los caseríos, entre los ganaderos y los pescadores, a bordo de los «arrantzales», se hablaba en vascuence. En el frontón se hablaba en vascuence. En las localidades del interior de Guipúzcoa y Vizcaya, se hablaba en vascuence y nadie fue perseguido por ello. Pero también hablaban en español, mayoritariamente. Los grandes navegantes, militares y descubridores vascos hablaban español. Y los terroristas de la ETA asesinaban en español. La mayor parte de los nombres vascos se terminan de inventar. Para llamar al aeropuerto «aeroportúa» no es necesaria una revolución. Es necesario un idiota con el poder suficiente para culminar semejante necedad semántica. Los vascos que emigraron, con mayor o menor fortuna, negociaron en español. Y lo seguirán haciendo porque el español, junto al batúa, es su idioma materno y principal. En el Reino Unido existen más de cuarenta dialectos diferentes, pero el que no habla inglés siendo británico tiene el mismo porvenir que un oso polar en un zoo de Yemen. El dinero no fortalece los idiomas. En los siglos XVIII y XIX, el francés superaba en el mundo la influencia del español. En la actualidad, el francés no alcanza ni la mitad de la pujanza del español en el mundo. Dominar el francés en el XIX no era sólo una distinción cultural. Era imprescindible. Hoy lo es el español. Robar a los españoles su mayor riqueza, además de una barbaridad es una estupidez de aldea.
Porque, efectivamente, el vascuence o los vascuences, es un lenguaje que nada tiene que ver con las raíces latinas ni griegas. Ahora, gracias al «batúa», ha reunido miles de voces españolas que no existieron en el bellísimo vascuence que los vascoparlantes no supieron adaptar a los tiempos modernos. El vascuence no es el catalán. El catalán lo puede leer y entender un niño de Murcia, de Huelva o de Canarias. El vascuence, no. Pero con el vascuence a solas no se va a ninguna parte fuera de los límites de su uso. Un vasco nace bilingüe. Es dueño de uno de los idiomas más expandidos en el mundo, y de una lengua imposible de exportar que configura una identidad selectiva. Están empeñados en triturar el futuro de los nuevos vascos. En las provincias vascongadas no sobran habitantes –algunos, sí–, sobran dirigentes, políticos, y bastantes curas. Los de ahora, que los de antaño fueron los que estudiaron, intentaron fundir en uno solo, y sin éxito, la riqueza del vascuence. El padre Larramendi, el presbítero Astarloa, el padre Mendizábal, y en el siglo XX, el padre Barandiarán, antropólogo, etnólogo, lingüista, al que el Rey Juan Carlos I visitó en su domicilio de Ataun en sus últimos meses de vida, para agradecerle su ingente labor en beneficio de la cultura vasca.
Ellos hablaban un español brillante. El español que están robando a los niños vascos los necios que los gobiernan.
¡Pídamelo en «euskera»!
Sondika aeroportúa.
Así me gusta. Vamos.