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Post-itJorge Sanz Casillas

Madrid lleno de fachas

Habría que preguntarse por qué el PSOE es tan severo con quien silba a Pedro Sánchez pero tan tibio con los que reventaban contenedores en la Barcelona de 2017

Acostumbrados al CIS (que les sobrerrepresenta), al INE (que les maquilla el paro) y a TVE (que les entrevista con cariño todos los días pares), el Gobierno lleva días reclamando que nadie pite a Pedro Sánchez en el desfile de este 12 de octubre.

Lo hizo la ministra portavoz, que acusó al PP de querer convertir la Fiesta Nacional en la «fiesta del insulto». Lo hizo también Margarita 'Amnistía' Robles, quien vino a decir que aquellos que abuchean al presidente lo que hacen es «faltar el respeto a Su Majestad el Rey» y después a las Fuerzas Armadas. Pero el primero en adelantarse a los acontecimientos fue Pedro Sánchez, tal y como escribió en este su periódico Ana Martín. Este lunes, el presidente en funciones (que cocina amnistías e indultos como si ya estuviera investido) le recriminó a Feijóo las manifestaciones de Madrid y Barcelona, a pesar de que esta última la convocó Societat Civil Catalana.

A mí no me sale silbar a un cargo público, lo cual no me convierte ni en mejor ni en peor ciudadano (como dejó caer la ministra Robles). Pero sí defenderé la libertad de aquellos que, desde 40 metros de distancia y sin romper una sola papelera, manifiestan su rechazo a quien les dijo que traería a Puigdemont de una oreja y hoy le pide los votos a cambio de quebrar la igualdad entre españoles. La igualdad entre los que delinquen y los que no, concretamente.

Habría que preguntarse por qué el PSOE es tan severo con quien se levanta un día festivo a pitar a Pedro Sánchez y tan tibio con los que reventaban contenedores en la Barcelona de 2017. Es decir, por qué para unos hay rechazo y condena mientras para otros amnistía y rendición.

Tras los silbidos, lo vas a ver, nos dirán que Madrid está lleno de fachas y de intolerantes. Y todo esto un día después de que Pedro Sánchez llamase por teléfono a Oriol Junqueras. Es decir, después de que un presidente del Gobierno llamase al móvil de un delincuente para ganarse su favor de cara a la investidura. Junqueras, cabe recordar, está todavía inhabilitado por su papel en el 1-O. Y Junqueras, que esconde bajo su apariencia de fray Perico a un sectario monumental, se gastó el dinero de todos en encanallar a unos catalanes contra otros. Y aún no lo ha devuelto.