Yo también soy judío
El pueblo judío ha sido perseguido durante siglos. Todos tenemos en la cabeza los pogromos que han padecido a lo largo de la historia a manos de diferentes comunidades. Y cómo han sido capaces de levantarse una y otra vez después de cada zancadilla
Según pasan los días vamos teniendo más información del grado de barbarie practicado por los militantes de Hamás el pasado sábado en el sur de Israel. Faltan las palabras para definirlo porque nunca hemos visto a grupos terroristas que decapiten bebes. Esto no es terrorismo. Es algo peor, que no sé definir.
Desde los días a principios de la década de 1990 en que fui corresponsal de ABC en El Cairo me he identificado con los judíos del Estado de Israel porque no podía comprender el rechazo hacia ellos que se ponía de manifiesto en muchos árabes. Quede claro que no se puede unificar a todos en una sola denominación. Aunque sea una obviedad, a veces es necesario decirlo: entre los árabes hay personas buenas y malas exactamente igual que entre los judíos y los cristianos. Pero la gravedad de la barbarie perpetrada por Hamás va a ser una pesada carga sobre todos los palestinos. Perdurará en la memoria de la Humanidad por generaciones, como una plaga bíblica.
Es frecuente oír graves acusaciones de cómo son las represalias de las fuerzas de seguridad israelíes en Gaza. Sin duda son terribles. Pero fíjense en un detalle muy revelador. La amenaza de Hamás de asesinar a un rehén cada vez que Israel bombardee un edificio tiene añadida la cláusula «si no hay antes un aviso del bombardeo». A la hora de escribir esta columna, no hay ni un rehén ejecutado y los bombardeos han continuado con fuerza. Es decir, Israel destruye edificios donde junto a civiles hay terroristas que actúan en la puerta de al lado de una familia. Esa familia palestina es empleada como escudo humano. E Israel antes de atacar un edificio en el que hay civiles siempre advierte de que va a hacerlo. Y con este dato en la cabeza recuerden ahora el ataque sobre el festival de música «pacifista» con sus 240 asesinados o los bebés decapitados.
El pueblo judío ha sido perseguido durante siglos. Todos tenemos en la cabeza los pogromos que han padecido a lo largo de la historia a manos de diferentes comunidades. Y cómo han sido capaces de levantarse una y otra vez después de cada zancadilla. Después de tener que abandonar la tierra de sus mayores para ir a otro lugar. Imagine usted, querido lector, lo que le supondría hoy tener que abandonar España –y al paso que vamos, tampoco se puede descartar– y recalar en un país extraño y tener que volver a empezar. A lo largo de la historia el pueblo judío ha tenido que hacer eso múltiples veces y en muchos países o territorios. Por eso el establecimiento del Estado de Israel fue un acto de Justicia. Un país en el que hay árabes en su Parlamento. ¿Hay algún país árabe con judíos entre sus parlamentarios? La mayoría de los países árabes que tenían comunidades judías relevantes –como Irak– han hecho que estas gentes hayan tenido que abandonar esa tierra de sus mayores.
Los cristianos a lo largo de los siglos hemos reivindicado «pureza de sangre» para sentenciar así que no estamos mezclados con el pueblo que crucificó a Jesucristo. Yo soy católico, apostólico y romano y no tengo constancia de que entre mis antepasados no hubiese algún judío. Sinceramente, me parece muy difícil que nunca hubiese alguno entre todos los ascendentes que tenemos. Pero en esta hora, y aunque no tuviese ni una gota de sangre judía corriendo por mis venas, frente a la barbarie que vivimos, quiero dejar claro que yo también soy judío. Y a mucha honra.