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HorizonteRamón Pérez-Maura

Crónica de un privilegio

Bulgaria está hoy mirando al futuro y no mirando atrás. Tiene un Gobierno de coalición con partidos que no quieren destruir el país ni necesita el apoyo de delincuentes o prófugos. Jamás pude imaginar que un día, como español, la miraría con envidia

Actualizada 09:19

En el año 2001 visité un viejo palacio en Sofia, la capital de Bulgaria. Era un palacio que estaba en un estado lamentable, múltiples cristales rotos y sensación de abandono total. Se trataba de un edificio construido en 1912 por el Rey Boris III y que durante la tiranía comunista fue la residencia de Teodor Yivkov, el dictador que gobernó el país durante los 35 años en que fue secretario general del Partido Comunista Búlgaro. A partir de finales de la década de 1970 el antiguo palacio del Rey ya no era suficientemente bueno para Yivkov y se hizo una nueva residencia en otra parte de la ciudad.

El Rey Simeón ha recuperado las propiedades de su familia tras una larga lucha legal que se ha cerrado este mismo año. Y mientras libraba batalla en los tribunales ha ido reconstruyendo el palacio para convertirlo en un espectacular museo de su dinastía. Hoy ya es un museo abierto al público previa solicitud por vía telemática para la visita. Y con grupos de un máximo de 10 personas. He tenido el privilegio de visitarlo acompañado del propio Simeón II. Lo que se ha restaurado es espectacular. Desde el comedor forrado de madera regalada por el Zar Nicolás II con motivo de la mayoría de edad de Boris, hasta las capillas, de las que hay dos: una ortodoxa y otra católica pues la mujer de Boris III, la Reina Ioana, era italiana y católica.

Todo lo que se ha restaurado en este museo y lo que se ha adquirido para él se ha hecho con cargo al pecunio del propio Simeón II. Ni un céntimo de subvención del estado a un museo que aborda casi 60 años de la historia de Bulgaria con elementos únicos. Y todo para ayudar a comprender, viendo este edificio y sus contenidos, que la Bulgaria anterior a la llegada de los comunistas ya era un reino tan desarrollado como cualquier país de la vecina Europa Central.

Paseando por este palacio y por las calles de Sofia yo reflexionaba sobre cómo ha sido el cambio en este país. Cómo cayó Yivkov 24 horas después de que cayese el Muro de Berlín. En Bulgaria se ha hecho una transición que ha permitido dejar atrás el horror de los años del comunismo. Se ha cerrado esa puerta y nadie pretende hoy pedir cuentas por aquellos años de profunda violación de los Derechos Humanos. Bulgaria está hoy mirando al futuro y no mirando atrás. Tiene un gobierno de coalición con partidos que no quieren destruir el país ni necesita el apoyo de delincuentes o prófugos. No parece que haya peligro de asalto a las instituciones de la república por parte de ninguna fuerza política ni por la izquierda o la derecha. Es una democracia equiparable con cualquier otra en Europa. Entre 1993 y 2005 yo visité este país mucho. Tengo publicados bastantes crónicas y artículos sobre él en ese tiempo. Jamás pude imaginar que un día, como español, lo miraría con envidia.

Pero cuando uno ve cómo las gentes por la calle saludan a su viejo Rey, con afecto y sonrisas, cómo le agradecen lo que hizo como primer ministro metiendo al país en la UE y en la OTAN, cómo tras más de medio siglo de exilio Simeón decidió volver a servir y después quedarse a vivir en Bulgaria en lugar de irse a disfrutar de otras capitales de Europa, el pueblo lo sabe y se lo agradece. Y lo que me parece que es más relevante. Cómo la ausencia de todo rencor ha permitido que este hombre quiera dar a su país lo que éste no le dio a él. Y él jamás diría una frase como la que yo acabo de escribir.

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