La izquierda y los okupas
El problema se ha disparado por las obsesiones de un Gobierno de ideología calamitosa. No hay tuit de Yolanda para los muertos de la tragedia de Vigo
Cuesta entender el puré de guisantes moral y neuronal de la izquierda española ante situaciones que cualquier persona normal rechazaría. Una mentalidad dogmática y rencorosa, heredera de la más rancia y letal ideología del siglo XX, el comunismo, los lleva a abrazar siempre la causa equivocada.
Hamás comete un ataque terrorista crudelísimo contra ciudadanos israelíes, con matanzas incluso de niños, y nuestra repugnante extrema izquierda, socia estelar de la «coalición progresista» de Sánchez, se manifiesta con la bandera palestina, o se embarca en equilibrios dialécticos de matriz antisemita, que en realidad solo buscan poner a parir a los judíos.
Nuestra repugnante extrema izquierda, socia estelar de la «coalición progresista», va de feminista y arcoíris. Pero apoya a facciones islamistas que marginan a las mujeres y a los homosexuales, o recibe encantada el apoyo económico de una teocracia iraní –véase la televisión de Iglesias– que machaca a las chicas sin velo y hasta cuelga a gais de las grúas.
Nuestra repugnante extrema izquierda, socia estelar de la «coalición progresista», todavía ensalza las supuestas bondades de la dictadura castrista, que tiene sumida ahora mismo a la población cubana en una miseria lacerante y que ha provocado un éxodo migratorio sin parangón. Nuestra repugnante extrema izquierda simpatiza también con la satrapía de Maduro –y antes con la de Chávez–, aunque han convertido en una ruina un país riquísimo, al que antaño emigrábamos los propios españoles.
Nuestra repugnante extrema izquierda es alérgica a la idea de España y sus logros históricos. Llega el día de la Fiesta Nacional, el Día de la Hispanidad, y el gran comentario de la energúmena que okupa el Ministerio de Asuntos Sociales es que habría que suprimirla (por su puesto sin que sea desautorizada por su jefe, Sánchez, que todavía tiene el cuajo de hacerse la víctima cuando lo abuchean en el desfile).
Y nuestra repugnante extrema izquierda, y la que finge no ser tan extrema pero que ya lo es (el PSOE), lleva cinco años defendiendo a los okupas en contra de la propiedad privada y los dueños de las viviendas.
Ofuscada por sus obsesiones ideológicas y el veneno de la envidia hacia quien prospera, nuestra extrema izquierda considera que okupar propiedades ajenas es una suerte de servicio social y que los okupas son los nuevos émulos de Robin Hood. Nada más falaz.
La propiedad privada es un pilar de la civilización desde que el mundo es mundo. Dejar la ley en suspenso para que el dueño de una casa la vea violentada y con personas ajenas dentro no supone ningún avance social, es más bien un allanamiento de morada. Para nuestra extrema izquierda la okupación ofrece una «solución habitacional» a personas «en riesgo de exclusión». No es así. Para los casos reales de apuros serios, que existen, por supuesto, contamos en España con servicios sociales, subvenciones y viviendas de protección oficial (amén de la extraordinaria labor caritativa de la Iglesia Católica).
La okupación es un fracaso en todos los órdenes. Genera delincuencia y conflictos en las calles de los edificios tomados. Castiga de manera dolorosa a los niños, que se ven forzados por sus padres a habitar en infraviviendas y no suelen estar escolarizados. Se generan pequeñas mafias. Las condiciones de vida son insalubres. Con frecuencia muchos de esos inmuebles acaban reconvertidos en supermercados de la droga. En las peores situaciones incluso ocurren tragedias tan horripilantes como la del incendio de Vigo, que era un suceso cantado.
Los vecinos de la zona llevaban diez años avisando de que aquello era insoportable y peligroso. Pero el Ayuntamiento del alcalde populista del PSOE, Abel Caballero, pasó de todo. Estaba muy ocupado con su circo de las bombillas navideñas y totalmente desocupado en lo referente a garantizar la seguridad en las calles y los inmuebles de Vigo.
La okupación es un serio problema, económico y social. Solo a la absurda ideología que hoy manda en España se le pudo ocurrir darle cuartelillo y espolearla.
Ante la tragedia de Vigo, el locuaz coro de la queja perpetua guarda esta vez silencio. Las muertes de «la gente» de carne y hueso no van con ellos. Están muy ocupados con el cambio climático, la amnistía inconstitucional y denigrando a los judíos. No hay tuit de la grafómana Yolanda para los cuatro muertos de Vigo, una madre joven y sus tres niños. La conciencia social de la que alardea parece que se la olvidó esta vez en la pelu.