El flamenco que murió en inglés
Entre tanta acritud verbal, bueno es recordar a José Antonio Garmendia, el gran poeta humorístico sevillano, al Brillantina, al humor, el talento y el talante de tierra de María Santísima
Carlos Herrera descubrió al gran Garmendia. José Antonio Garmendia, sevillano, bético, poeta rebosado de talento, gastrónomo, campeón de España de atletismo, y asiduo a la «Taberna del Traga», el local con la clientela más variada y divertida de Sevilla. Entre sus obras destacan dos joyas. La Taberna del Traga y Florilegio de Chorradas, antología de sus pensamientos, sentencias y versos.
That is the question.
De papas con tomate
¡Cómo me he puestion!
Le divertía jugar con el lenguaje.
El vizconde de Spiteri
Se ha portado con la Rosi,
Que es una pobre indigente,
Según me dice, miseri
Cordiosi
Simamente.
Pero su gran aportación a la historia del flamenco se inmortaliza en La Taberna del Traga. Narra la triste historia del primer palmero flamenco que falleció en inglés. El mundo y España, principalmente, se mueven entre la gran Historia y las historias pequeñas, las protagonizadas por los humildes olvidados y a la que sólo tienen acceso los muy próximos al protagonista. Efraín Méndez fue fusilado por un pelotón al mando del Ché Guevara. Con anterioridad al fusilamiento, Efraín y el Ché, en un dulce atardecer de Sierra Maestra, tuvieron sus cosillas. Se decía que Ernesto Guevara, tan machote y tan asesino, con una copa de más se volvía trucha y le gustaban los tíos. Cuando Guevara se disponía a dar la orden de disparar contra Efraín, dirigiéndose a éste le preguntó: «¿Quieres decir algo antes de morir?» Y Efraín respondió: «Sí, y que lo sepan todos. Eres maricón». Una pequeña historia de dignísima dimensión.
Los flamencos siempre han fallecido en caló o en español con acento andaluz. En su libro La Taberna del Traga, José Antonio Garmendia se recrea y enorgullece de «la gracia, el «age», el talante de la tierra que me vio nacer y me crio, con mis cien apellidos vascos, mi RH negativo, mi cráneo dolicocéfalo y mi culo «recogío». Y nos cuenta la historia de el Brillantina, el primer flamenco que se murió en perfecto inglés.
De vuelta de una actuación en una finca del norte de Cádiz, de vuelta hacia Sevilla, claro está, el coche que ocupaban los flamencos colisionó con un árbol al borde de la carretera. Todos los ocupantes, el Gringo, el Piripi, el Niño de la Isla, y la Simona resultaron ilesos. Pero el Brillantina no tuvo esa suerte y su golpe en la cabeza resultó mortal. El Brillantina fue atendido en una Casa de Socorro del pueblo más cercano. Agonizaba, y el Gringo, jefe del grupo, le preguntó: «Brillantina, ¿quieres que vayamos en busca de un sacerdote que te unte los aceites?». Fue entonces cuando el Brillantina en una mirada de último momento, contestó con el más puro acento de Oxford: 'Yes'. Y falleció.
La pequeña historia de un grande. La muerte de un flamenco en inglés. Entre tanta acritud verbal –de la que no me libro de responsabilidades–, bueno es recordar a José Antonio Garmendia, el gran poeta humorístico sevillano, al Brillantina, al humor, el talento y el talante de tierra de María Santísima. Esa pequeña historia de un hombre humilde y olvidado que sólo puede tener como escenario aquel rincón de España que Fernando Villalón bautizó como «Andalucía la Baja», Cadiz, Sevilla y un trocito de Huelva.