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Al bate y sin guanteZoé Valdés

Genocidio

Defenderse de todas las formas posibles, siempre que no se violen las leyes, es enfrentar al terrorismo y al genocidio, es hacer justicia, que es lo último con lo que se puede rendir homenaje a las víctimas

La indecencia de la izquierda mundial no tiene parangón, pero la obscenidad de la izquierda española y francesa frente a los sucesos sangrientos de Hamás contra Israel sobrepasa cualquier límite.

Al menos, a la izquierda francesa encabezada por Jean-Luc Mélénchon le ha salido el gobierno entero a responderle, cortante y tajante, situándose del lado de Israel.

Pero esa izquierda inmoral española que gobierna en España, y que no tiene enfrente a nadie que se le pare bonito, ni siquiera a la prensa –mucho menos a la prensa, que en su gran mayoría depende de los dictados del régimen sanchista, un régimen psicópata al igual que él, hecho a su imagen y semejanza– no ha titubeado e incluso hasta ha exigido el reconocimiento del Estado palestino, ¡en un momento como el actual!

No se queda rezagada la turba de intelectuales de izquierdas en torno a Prisa y al diario que antaño fue algo, que se atreve a llamar «genocidio» al acto de Israel al tomar medidas drásticas y defenderse en medio de una guerra que desataron los terroristas de Hamás, apoyados por los palestinos; basta ya de tibias verdades, o de insolentes mentiras.

Genocidio es decapitar bebés en sus cunas, genocidio es abrir vientres de embarazadas y apuñalar a los bebés que llevaban dentro, genocidio es decapitar a niños, a adolescentes, a ancianos, violar a mujeres… Genocidio es irrumpir en un concierto por la paz entre ambos pueblos y secuestrar inocentes de todas las edades. Basta de cuento y de insultar la inteligencia de los demás. Basta de mentiras.

El genocidio nunca lo ha iniciado Israel. El genocidio siempre lo han empezado los del odio a los judíos, los antisemitas, los islamistas. Porque de lo que se trata es de antisemitismo puro y duro. Y, duele decirlo, pero hay que dejarlo claro: eso es lo que son todos estos intelectuales españoles y franceses (menos por el momento) de la izquierda internacional: antisemitas. Los mueve el odio y desprecio a los judíos. Es lo que se debe denunciar hoy más que nunca: el antisemitismo y el genocidio contra el pueblo judío.

Soltar la palabra «genocidio» en las redes sociales como lo han hecho algunos intelectuales españoles para calificar un acto de defensa de un pueblo que no tiene hacia dónde ir, que nunca ha tenido más que un sitio en esta tierra, su tierra, Israel, y que no ha molestado nunca a nadie, no es sólo de una grosería insoportable, es porquería comunista. Pura porquería estilo castrista de la que nos intentaron inocular en las mentes en la Cuba de los tiranos Castro.

El odio castrista a Israel fue y es notorio, sin embargo, Israel nunca le cerró las puertas del diálogo a Fidel y a Raúl Castro, cuando el primero necesitó de la ayuda israelí para deshacerse de una parte de la población judía cubana, el gobierno de Israel ayudó con la llamada Operación Cigarro, durante la que numerosas familias judías cubanas fueron enviadas hacia Israel en una suerte de Aliyá, cuyo sentido del regreso para ellos era absolutamente desconocido, bajo una Ley del Retorno sin retorno a su verdadero país natal: Cuba.

Al parecer, en pocos días se comprobará si Venezuela y Nicolás Maduro han tenido alguna relación con este genocidio de Hamás contra Israel, llevados por el impulso de Irán. Detrás de esa nefasta complicidad colaboracionista seguramente estará también el régimen castrista, que no ha tardado en ponerse de parte de Hamás, y de Gaza, en contra de Israel, como mismo se puso de parte de Vladimir Putin con relación a la invasión rusa de Ucrania, que dio paso a la guerra. Putin, que tampoco ha tardado en ubicarse de parte de Hamás, con el gatillo preparado. El mismo gatillo empuñado por Irán, como ya han advertido.

Soltar la palabra «genocidio» en el sentido falso y que sólo favorece a los terroristas y a los que los apoyan, e ignorar que Egipto ofreció un corredor humanitario al que los mismos de Hamás se han negado, así como en el pasado han negado otras soluciones de paz, no sólo es tan deshonesto como falso, además es darle voz al horror, posicionarse del lado del terror más bárbaro que se pueda imaginar.

Israel se está defendiendo con todo su derecho a hacerlo, e inclusive ha dado tiempo para que los gazatíes se marchen antes de que arrecien los bombardeos. Los criminales de Hamás no avisan nunca.

El terrorismo, que es el mismo en cualquier sitio del mundo, jamás anuncia cuándo decapitará, cuándo secuestrará, cuándo violará, cuándo apuñalará a un profesor en una escuela por el mero hecho de enseñar, como ha ocurrido recién en Arras, en Francia, justo a pocas horas del tercer aniversario de la decapitación de otro profesor, Samuel Paty, al que todavía Francia no ha querido brindar su nombre a una calle, mientras en que en Chechenia una calle sí lleva el nombre de su asesino.

Terrorismo es genocidio. Defenderse de todas las formas posibles, siempre que no se violen las leyes, es enfrentar al terrorismo y al genocidio, es hacer justicia, que es lo último con lo que se puede rendir homenaje a las víctimas. Vivir exponiéndose el día entero a los cohetes de Hamás no es vivir, como tampoco es vivir exponerse a una decapitación pública, o a salir corriendo de los museos y los lugares menos pensados por miedo a una bomba, a una mortal agresión. Defenderse no es sólo resistir, es volver a retomar las riendas de una vida plena, con dignidad y valentía. Larga vida a Israel, que es como desearnos a nosotros también, en Occidente, una larga existencia.