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HorizonteRamón Pérez-Maura

Otegi, la encarnación de la miseria humana

Cuando vemos el lugar que ocupa en estos momentos en la vida española Arnaldo Otegi, cómo le ha encumbrado el sanchismo blanqueando su figura, no puedo menos que pensar en personas que fueron víctimas de ETA y con las que he tenido relación directa

La magnífica serie que está publicando el diario El Mundo sobre los archivos de la Policía y la Guardia Civil está aportando páginas grandiosas para perfilar la figura de Arnaldo Otegi que con esta documentación queda retratado, con mayor seguridad, como la encarnación de la miseria humana. Yo he tenido el privilegio de tratar con dos de las víctimas de Otegi. El primero, Gabriel Cisneros, padre de nuestra Constitución, consiguió zafarse del comando dirigido por Otegi para secuestrarle. Le pegaron un tiro en el estómago y huyeron creyéndole muerto. Cisneros, con quien compartí muchas horas de conversación cuando él era editorialista de ABC, fue un hombre moderado, que creía en la Justicia y que llevó con respeto, pero con dolor que Otegi fuera absuelto de su atentado y su secuestro frustrados.

Como se ve en la documentación citada por El Mundo, el Otegi que en el pasado había secuestrado empresarios, cambiaría su objetivo hacia el partido gobernante, la UCD. Y cuando llegó la hora de secuestrar a su responsable de Relaciones Exteriores, Javier Rupérez, Otegi dio instrucciones muy precisas a los miembros del comando: «Hay una cosa que os quiero dejar claro: en caso de problemas, le ajusticiamos». Esta cita de Otegi ha sido encontrada en los documentos policiales y está recogida por otro miembro de ETA político-militar a la que pertenecía entonces el hoy jefe de EH Bildu.

Como ustedes saben Javier Rupérez es colaborador habitual de El Debate y confieso que es amigo mío de larga data. Yo le he oído narrar detalles de su secuestro con una asepsia digna de un cirujano cardiaco. Le he visto actuar con moderación, tanto en política como en el debate académico. Una moderación bien entendida: la que lleva a argumentar cuando se discrepa, incluso radicalmente. Algo que cuando se hace hoy en día lleva a que tus interlocutores te llamen fascista. Porque en los tiempos que vivimos no se admite la discrepancia razonada. Cosa que también le ocurre a Javier Rupérez, que empezó sus andanzas políticas en la democracia cristiana de Ruiz Giménez, que no era exactamente afín al fascio redentore, fue miembro de Izquierda Democrática y redactor de Cuadernos para el Diálogo.

Cuando vemos el lugar que ocupa en estos momentos en la vida española Arnaldo Otegi, cómo le ha encumbrado el sanchismo blanqueando su figura, no puedo menos que pensar en personas que fueron víctimas de ETA y con las que he tenido relación directa, o por medio de sus familias. Cisneros, Rupérez, mi suegro Diego Prado Colón de Carvajal o Juan Mari Araluce, padre de mi comadre Marta. Solo Javier Rupérez sigue vivo. Son cuatro españoles entre miles de víctimas de ETA que hoy contemplan cómo a esta hora, el único socio seguro que tiene Sánchez para su investidura es el partido que encabeza la encarnación de la miseria humana. La persona que marcó con sangre sus vidas y las de muchos socialistas, por cierto. Enhorabuena, presidente. Es usted un figura.