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Unas líneasEduardo de Rivas

Madridismo sociológico

Hay un sentimiento madridista intrínseco en la sociedad que influye en las decisiones y que obligaba al Barça a pagar millones a Negreira para garantizar la neutralidad

Las cortinas de humo están de moda. El Gobierno socialista se ha especializado en utilizarlas a lo largo de estos últimos cuatro años, sobre todo cuando tocaba hablar de la ley del 'solo sí es sí' o cuando la amnistía abría telediario tras telediario. En vez de eso, querían que habláramos de si Belarra llevaba o no sujetador o del piquito de Rubiales a Jenni Hermoso. Cualquier cosa por desviar el foco, que fue lo que debió pensar Laporta cuando vio que los mossos le entregaban la notificación de su imputación por cohecho en el caso Negreira.

Ondeando una vez más la bandera del victimismo catalán, Laporta descubre ahora que los males del país –ese del que le gustaría separarse– tienen de base un madridismo sociológico que impera en cualquier decisión que se toma. Según él, los jueces son del Madrid, los grandes empresarios son del Madrid y los presidentes del Gobierno son del Madrid, algo que no son capaces de olvidar al ejercer sus profesiones. Hay que suponer que el recientemente imputado por un juez no tiene en cuenta que para ser seguidor de un equipo de fútbol no hace falta caché y que madridista –igual que culé– también puede ser un barrendero, un camarero o un carnicero. Cientos de millones de personas en el mundo reconocen ser madridistas, pero ni por sociología ni por noches como la de ayer en el Sánchez Pizjuán, sino simple y llanamente por la cantidad de títulos que tiene en sus vitrinas. Porque a la gente, en el fútbol, le gusta disfrutar.

Pero ahora resulta que por culpa del madridismo sociológico es imposible que la final del Mundial de 2030 se dispute en Barcelona. Eso dice Laporta. Nada tendrá que ver que el Bernabéu esté en la capital de España y que la lógica invita a que sea el escenario perfecto. Eso dando por hecho –y es mucho decir– que Sánchez no le regale la final a Marruecos.

También el madridismo sociológico es el culpable de que el Barcelona pagara durante años al número dos de los árbitros. Como existe un sentimiento madridista intrínseco en la sociedad que obliga a tomar una serie de decisiones, los presidentes del Barça tenían que contrarrestar esa fuerza pagando millones de euros a Enríquez Negreira para garantizar la neutralidad. Es completamente entendible.

Y por supuesto el madridismo sociológico está detrás de todo el proceso judicial que envuelve al FC Barcelona. Nada tiene que ver la pésima gestión que se ha hecho durante años en el Camp Nou por la que ya han sido condenados en alguna ocasión. Es más fácil echarle la culpa a otro que asumir las culpas y, si no hay nadie cerca, siempre se puede inventar cualquier tontería para desviar el foco de atención. Habrá que ver qué se saca Laporta de la manga si lo sientan en el banquillo, porque dudo que sea la carta de dimisión por haber cuadriplicado el sueldo de Negreira cuando asumió la presidencia del Barça.