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HorizonteRamón Pérez-Maura

¿Quién paga esto?

Ahora vamos a reducir la jornada laboral pagando lo mismo. E intentan convencernos de que trabajar menos no va a reducir la productividad porque como vamos a estar tan contentos de ir menos horas a laborar, produciremos más

Lo más barato del acto de ayer en el Museo Reina Sofía fue la factura del evento: 1.868 euros. Una filfa que supuestamente pagarán PSOE y Sumar –no sabemos en qué proporción cada uno–. Sería de agradecer que hicieran público el abono de la factura. Como era previsible, se presentó una coalición de Gobierno sin permitir la más mínima pregunta a los periodistas. Ésta es la democracia de Sánchez. Y tampoco hubo cuestiones en la rueda de Prensa del Consejo de Ministros en Moncloa. Para mí lo más extraordinario fue la intervención de la jefa de Sumar, que lanzó una arenga política nunca vista cuando se trata de explicar cómo se va a hacer lo que se ha acordado. En su enumeración, casi infinita, sí que resultó inevitable la pregunta de ¿esto quién lo paga?

Ahora, vamos a reducir la jornada laboral pagando lo mismo. E intentan convencernos de que trabajar menos no va a reducir la productividad porque como vamos a estar tan contentos de ir menos horas a laborar, produciremos más. Pero esto lo pagan los empresarios, claro que lo pagan. Y no el Gobierno. Bueno sí, también el Gobierno en los millones de asalariados públicos que hay en España. Pero como con las empresas privadas, el Gobierno sólo decreta el pago que sale del bolsillo de usted y del mío, querido lector. Se subirá los impuestos a la banca y a las industrias energéticas contra «los beneficios caídos del cielo». No caídos del duro trabajo de sus gestores y empleados, que son trabajadores de merde por ganar un sueldo de quien ya se sabe que son empresas malisísimas. Y nadie se acuerda de los modestos ahorradores que a lo largo de su vida han ido comprando acciones de Iberdrola o del Santander y otras empresas del sector. Más de 9 millones de accionistas en España cuyos dividendos les compensan sus modestas pensiones y que ahora van a ir menguando porque los bancos y las energéticas dedicarán sus dividendos al Gobierno y no a sus modestos propietarios.

Ni ella ni Sánchez dedicaron una línea a la amnistía ni al referendo. Era mejor disimular un rato que ya por la tarde se anunciaría que iba a subir el precio del pescado con el Consejo de la República que se inventó Puigdemont anunciando su oposición a la investidura de Sánchez. Es decir, anunciando que subían el coste de la fiesta.

Y por aquella boca de la jefa de Sumar siguió vertiéndose poesía: «Una ley para acabar con la indignidad de las listas de espera»; un permiso de paternidad y maternidad de 20 semanas –cuando yo tuve mis tres hijos sólo eran cuatro para la madre y no recuerdo que ninguno sintiéramos el más mínimo trauma–; y Díaz termino su mitin diciendo que los españoles votamos el 23 de julio para ser más libres. Y como explicación de su afirmación, en el más puro comunismo, nos había enunciado la forma en que el Gobierno nos va a meter la mano en la cartera para llevarse nuestros ahorros. Así seremos más libres. Cuando tras ella, Sánchez ocupó el estrado y anunció que básicamente iba a decir lo mismo que ella, consideré que me lo podía perdonar y me serví un gin&tonic para amortiguar los golpes recibidos.